Hasta que la peste los separe
Algunas cosas han cambiado para esta tercera entrega de zombis rabiosos. Ya no están en un edificio ni la historia es narrada en primera persona con cámara en mano. Los cambios, sabido es, no siempre agradan a todo el mundo.
Aquello que daba un plus a un tema tan trillado era la manera de contarlo, desde el punto de vista de alguien que grababa lo que sucedía a costa de su propia vida. Ahora el desparramo se arma en una fiesta de casamiento y es mostrado de una manera cinematográficamente clásica. No hay demasiadas sorpresas, apenas cierta tensión bien manejada en el inicio. Uno de los invitados está infectado y no pasa mucho tiempo hasta que se le despierta la voracidad.
La pareja recién casada pelea por sobrevivir y reencontrarse en medio del caos. La sangre en pantalla crece a tono con el clímax que ofrece un festival de mutilaciones que hará las delicias de los fanáticos del género.
No más que eso.