Ya sin Jaume Balagueró como codirector, Paco Plaza construye una suerte de precuela que se diferencia bastante de las dos anteriores -y superiores- entregas. Aquí la acción transcurre durante una larga y lujosa fiesta de casamiento y en espacios abiertos. El tono es de comedia negra y mucho gore, pero la cosa no funciona nunca como, por ejemplo, en los primeros trabajos de Sam Raimi o Peter Jackson. La película no divierte ni asusta. Todo huele a fórmula y a agotamiento. Sin embargo, la cuarta entrega está en camino. Esperemos se recupere luego de este duro traspié.