Sí quiero... ¡comerte!
Después del apabullante éxito conseguido en taquilla por las dos partes de REC, un auténtico fenómeno cinematográfico que sirvió para proyectar internacionalmente la nueva ola de cineastas catalanes especializados en cine fantástico y de terror, nos llega ahora la precuela de una saga que aún debe conocer una cuarta parte, que se rodará a lo largo de este año 2012. Si las dos primeras partes fueron dirigidas a la par por Paco Plaza y Jaume Balagueró, el primero ha sido el responsable de llevar a buen puerto esta REC: Génesis que ahora nos ocupa. ¿Y por qué el título de Génesis? Porque el horror comenzó en una boda... Nos situamos en el Casino de la ciudad de Sitges, uno de los lugares más emblemáticos para muchos de los que han trabajado en la producción de esta película, ya que el Festival de Cine Fantástico de Sitges ha sido la cuna donde muchos de estos realizadores (además de los citados hay que añadir nombres tan conocidos como José Antonio Bayona, Luis Berdejo, los hermanos Pastor, todos ellos trabajando ya en producciones hollywoodenses). Está a punto de celebrarse el enlace matrimonial entre Clara y Koldo, y todo parece ir como la seda. Los invitados se lo están pasando en grande e incluso algún secreto revelado hace que la jornada sea aún más especial.
El ritmo frenético en el que transcurre la acción es la mejor arma utilizada por el director para mostrar una por una todas las convenciones del género sin opción a pararse a reflexionar sobre ellas. Aunque pueda parecer un recurso superficial de cara a que el espectador no tenga tiempo de reflexionar y reaccionar ante lo que acontece, lo cierto es que se inyecta un plus adrenalítico que le viene muy bien a la estructura del film. Son ochenta minutos en los que no paran de suceder cosas: los secundarios van desapareciendo a cuentagotas en un incansable “in crescendo” de brutalidad y gore. Aquí no existen ni arquetipos ni personajes sesudos. Todos son pasto en un momento u otro de esa horda de zombies desbocados que buscan carne humana a toda costa y que sólo se detienen ante las palabras de nuestro Señor Jesucristo (espectacular el gag protagonizado por el personaje de más edad que aparece y el Sonotone que le acompaña). Otro acierto incuestionable es el de saber introducir una verídica historia romántica entre tanto degüello y mordisco ajeno. Sentimos empatía instantánea por una pareja que ve como el día más feliz de su vida se torna inesperadamente en un baño de sangre sin control. Entonces deciden que su amor es lo primero y no cejarán en poner todo su empeño (y parte de su fisonomía) en superar todos los obstáculos impuestos por los muertos vivientes aunque para ello tengan que pasar por encima del cadáver de miembros (nunca mejor dicho) de su propia familia.
En REC: Génesis advertimos, asimismo, detalles humorísticos e irónicos, filias y alguna que otra fobia, diseminados a lo largo de todo el relato. Por desgracia no todas las referencias contempladas podrán ser captadas por el público de fuera de España, ya que se tratan de localismos marcadamente autóctonos, como ocurre en el caso de algunas canciones y chistes sobre comunidades autónomas. Pero se tratan de momentos puntuales que para nada distorsionan el meollo del asunto, y es que si algo tienen las películas de zombies es que pueden ser comprendidas sin problemas a lo largo y ancho del globo terráqueo. La hemoglobina no se echa en falta para nada, e incluso existen escenas donde lo sanguinolento inunda literlmente la pantalla, como aquélla en la que aprendemos todo lo que se puede llegar a hacer con una batidora.
Paco Plaza también se da el gusto de jugar con algunos referentes metafílmicos propios cuando decide, tras un primer tramo del film rodado cámara en mano (sistema conocido como “found footage”, santo y seña de las dos primeras entregas de la saga), cambiar de forma radical el formato y continuar la narración con la cámara tradicional, lo que significa un punto de ruptura que ha suscitado un encendido debate entre los seguidores y fans de la franquicia.
No sabríamos decir si esta tercera (o primera, según se mire) es la mejor película de Paco Plaza (probablemente, si), pero sí que es la más personal, debido a que desarrolla su propio estilo temática y formalmente. Al igual que el “pop art” tradicional, la película reacciona ante los fenómenos de despersonalización y estandarización en la actual sociedad hipermoderna, donde el consumo absorbe e integra cada vez más esferas de la vida social y empuja al individuo a cosumir para su (in)satisfacción personal; un individuo orientado hacia el hedonismo, sometido a la tensión que surge de vivir en un mundo sin referentes, pero aplicados a un área tan restringida como el cine de género: por eso estamos ante uno de los ejercicios más vitriólicos y divertidos que uno ha podido disfrutar en los últimos años. Un deleite adictivo que nos lleva a desear la llegada de una nueva entrega lo más pronto posible.