Zombies como muñecos de torta
Todo film de zombies debe resolver un problema básico: cómo hacer para que la repetición inherente al género (zombie mata gente, gente se contagia, gente mata zombie) no termine devorándose la película, del mismo modo que los zombies hacen con la gente. Las dos [REC] anteriores lo lograban, gracias a la sensación de realidad dada por el formato de falso noticiero, la tensión narrativa, alguna dosis de humor y oportunas revelaciones. Nada de eso sucede en esta tercera entrega, típico ejemplo de lo que pasa con las secuelas cuando lo único que las sostiene es el deseo de repetir el éxito de las anteriores. Y ya hay una cuarta en gateras...
Dirigida a solas por Paco Plaza, que en las anteriores compartió responsabilidades con su colega y coproductor Jaume Balagueró, se supone que [REC] 3 es una precuela de la primera, aunque las vinculaciones no estén a la vista. Ya hubo films de zombies en shoppings, iglesias, destacamentos militares. En casamientos, hasta ahora, ninguno: tal vez ésa sea la máxima originalidad de éste. Una de las características distintivas de la serie [REC] es que todas simulan estar filmadas caseramente, por una camarita de video. Esta no es la excepción, gracias a los oficios de un estudiante de cine que filma la boda y un gordo que pela una Steadycam. Pero hasta eso parece un peso que hay que sacarse de encima. Antes de los títulos de crédito, más precisamente (hay que reconocer que los títulos tardan un montón en aparecer). En medio del desbarajuste de sangre, mordiscos y corridas que se desata cuando un tío empieza a escupir sangre (el hombre acaba de ser mordido por un perro sospechoso), al camarógrafo se le rompe la grabadora. A partir de entonces toma el relevo, del modo más arbitrario y caprichoso, la cámara de cine “normal”, que vaya a saber dónde estuvo hasta entonces. Con lo cual [REC] 3 deja de lado, con el mayor desparpajo, el elemento más definitorio de la serie, “normalizándose” a partir de allí como una más de zombies.
Desde entonces todo queda librado a la rutina del subgénero, con sus previsibles dosis de gore (caras comidas, cuerpos taladrados, órganos seccionados), sus presuntos highlights (ya vistos varias veces antes, como el del cuerpo cortado en dos gracias a los servicios de una sierra eléctrica) y algún sentido del humor también de larga data, como cuando los héroes se disfrazan con armaduras medievales, decoración del castillo donde se celebraba la boda. Lo que [REC] 3 no deja de lado es lo más discutible de la serie, que es que el método más efectivo para frenar a los zombies –en caso de no tener una pica a mano, claro– es hacerles ver cruces y otros símbolos religiosos. Reteologización de un género que hace como medio siglo había logrado salvarse de ello, aquí ese retroceso al terror eclesiástico toma la forma de un cura que se pone a leer la Biblia en voz alta, como modo de paralizar a los comecerebros.