Largo viaje para los infestados
En Rec 4, un regreso al horror clásico, la lucha por la supervivencia viaja en un barco donde se busca un antídoto para combatir un virus que produce zombis. Nuestro comentario.
El retorno al cine de horror clásico que ya se insinuaba en Rec 3 termina de confirmarse en Rec 4. Si bien la anterior era dirigida por Paco Plaza y esta por Jaume Balagueró, es evidente que los dos integrantes de la sociedad que firmó las impactantes Rec y Rec 2 van en la misma dirección estética.
Este retorno –paralelo al de buena parte de la industria del género en los últimos tres o cuatros años y visible en títulos como El conjuro, Sinister, Posesión, Líbranos del mal o Anabelle– parece tener en la saga de los españoles una razón más profunda que la moda o el negocio. Y esa razón es narrativa.
Hay que recordar que en la primera Rec todo se veía a través del foco de una sola cámara; en Rec 2, a través de varias cámaras incorporadas en los cascos de los rescatistas; y en Rec 3 ya se introducía –aunque de manera intermitente– una narración visual clásica. Un dato significativo: en las cuatro, el camarógrafo es Pablo Rosso, un ejemplo de ductilidad técnica.
Rec 4 se desarrolla en un barco plagado de cámaras de vigilancia, y Balagueró explota al máximo esos dispositivos visuales, pero las cámaras ya no son el instrumento del horror (no tiemblan, no caen, no ruedan, a lo sumo titilan o se prenden y se apagan). Es decir vuelven a ser sólo artefactos de visión; testigos, no protagonistas.
Es probable, más que probable, que no se trate únicamente de una renovada confianza en el cine de vieja escuela, sino de una cuestión de presupuesto. Para filmar como filma ahora, Balagueró ha necesitado varios millones más en el rubro producción. Pero lo que importa es que ha gastado ese presupuesto de una manera digna, contando una historia que está a la altura de la saga y que tiene las dosis de suspenso y de acción suficientes como para dejar conforme a la mayoría de los espectadores de esta clase de productos.
Esa decisión –que puede parecer reaccionaria, concesiva y sumisa a los principios de eficacia estética y económica de Hollywood– es en última instancia la constatación de que sólo excepcionalmente es posible narrar una historia de manera original y de que tarde o temprano hay que volver a las fórmulas tradicionales.
Respetuosa no sólo del pasado en general sino también de su pasado particular, esta cuarta Rec también se inventa su propia versión del infierno, un infierno aún más aislado que los anteriores. En este caso, es un barco contratado por un equipo de científicos, quienes han montado un laboratorio en la bodega para hallar un antídoto al virus que convierte en zombis furiosos a los infestados.
Además de los científicos, sus guardas y los tripulantes, viajan en el Zarathustra (¿un guiño a Nietzsche?), tres personajes secundarios de las películas precedentes y uno principal, la periodista Angela Vidal (Manuela Velazco), que vuelve a ser la protagonista. La pluralidad humana y Ña atmósfera de encierro le dan otra densidad a la lucha por la supervivencia, el relato básico que vuelve a contar Balagueró.