Así naufragó Zaratustra.
Aunque el furor por las secuelas venía de antes de la década del 80, la edad dorada del VHS le dio un gran impulso a las interminables sagas de las películas de género. Y el cine de horror supo encontrar un nuevo mercado para colocar sus productos que rozaban o pertenecían a una nueva ola de explotación. El tiempo pasó y el Video Home System terminó en manos de coleccionistas nerds o en volquetes en la puerta de un video club quebrado, pero las sagas de género continuaron rebosantes de vida. Y la vieja frase popular “las segundas partes nunca fueron buenas” puede tener su remate en “pero las cuartas sí” o las quintas o la que sea. Porque las actuales continuaciones de una gran idea madre que funcionó ya no son exploitation de nicho ni salen pensadas para el divertimento casero, las continuaciones son gestadas con la seriedad y, a veces, más presupuesto que la primera; con todo lo que ello implica: más pre y postproducción, más horas de montaje, más nombres, explosiones, CGI de calidad y toda la bola.
Rec 4 forma parte de estas producciones grosas de la nueva moda de continuaciones grandilocuentes. No por ello buenas, claro; pero, en este caso, se da todo para bien. Atrás de esta cuarta entrega está un magister del terror como Jaume Balagueró, responsable en parte de la genial movida del renovado “paella horror”, y de los mismos pagos que el mítico Jorge Grau.
La decisión de abandonar por completo el falso found footage de las dos primeras y de escupir en la tumba de aquel pastiche sin alma que dirigió en soledad Paco Plaza unos años antes son dos grandes aciertos de Balagueró, conseguidos mediante la adopción total del punto de vista omnisciente y del destierro de la tercera parte casi por completo. Si en Génesis los amplios espacios en donde se desarrollaba la acción atentaban contra la claustrofobia y enfriaban las corridas zombies que no aportaban tensión, en Apocalipsis el viaje en barco al infierno logra todo en pocos minutos. Como en la primera Rec, funciona mejor el encierro teñido de rojo y la persecución individual a los miembros de un pequeño grupo de buenos personajes que el gigantismo de la tercera.
En esta última todo pasa en el Zaratustra, un real navío expesquero ruso lleno de óxido que transporta a la periodista Ángela Vidal (sobreviviente de la primera), a sus héroes rescatistas, a una viejita senil (única referencia a la tercera parte) y a un grupo simpático de tripulantes junto a un grupo antipático de milicos. Y lo que sigue lo sabemos, ese inoxidable camino encantador que inauguró Romero y actualizó O’Bannon: suspense/ zombies corriendo gente/ gore. Los diálogos a veces trillados y un poco sobreactuados no hacen mella en tan redonda puesta; las buenas películas podrían ser mudas, no todo debe ser culto al diálogo excesivo del posmodernismo tarantinesco ni apología de las sobreexplicaciones subestimadoras de audiencias ni vueltas de tuerca innecesarias. De hecho, Rec 4 sólo cae cuando en el desenlace se pasa de diálogos explicativos y traiciona su historia directa.
Estamos ante otra muestra de lo brillante que es, en líneas generales, el horror español. Nos enseña cuán lejos estamos de su industria y talento en materia de género y le da aire a un año con varias producciones pésimas que pasaron por cartelera sólo para facturar con aquellos que van a ver “una de terror” sea cual sea. Bueno, ésta no es cualquiera, ésta respeta al género y, por añadidura, nos respeta a todos.