El sentido de un final
[REC] (Paco Plaza, Jaume Balagueró, 2007) apareció en un momento particular del cine español de terror pre-crisis de 2008, cuando se estaban produciendo gran cantidad de películas del género, muchas de ellas con calidad internacional; incluso tenían su propio Masters of horror, con la serie Películas para no dormir, impulsadas por el mítico Narciso Ibañez Serrador. Jaume Balagueró y Paco Plaza combinaron la incipiente popularidad de las películas de zombis con la naciente popularidad de las películas found footage o cámara en mano, y le pusieron una estrella de la televisión local (Manuela Velazco) como gancho. El resultado fue una asfixiante y aterradora película de zombis, y quizás de lo mejor que se haya filmado con el recurso de la cámara en mano, incluso más memorable que la sobrevalorada Cloverfield. En resumen, un éxito que impulsó una interesante y también exitosa secuela donde estos inquietos directores aprovechaban para ensanchar el universo creado en la primera película, privilegiando la acción por encima de la claustrofobia y dando un audaz giro argumental. Envalentonados por el éxito comercial y de crítica, Balagueró y Plaza le pusieron más ambición al asunto, y propusieron para cerrar la historia de REC una precuela dirigida por Plaza y una secuela final dirigida por Balagueró (sumándose también a la popularidad de las sagas eternas). Es posible que en las pretensiones de estos muchachos estuviera la idea de reescribir el género de los muertos vivos en clave española.
Una mención a [REC] 3: génesis
Que los autores hayan decidido dirigir las secuelas de [REC] por separado implica que tenían ideas diferentes de cómo continuar la saga. Se nota que Plaza quería complejizar un poco más el asunto y en su sorpresiva [REC] 3 lanza por los aires la cámara casera y hace una película convencional de gore festivo. Se atreve a la comedia, a burlarse del género, de sus propias películas, de los íconos españoles como el Quijote, de la Iglesia, etcétera. Filma una boda salvaje (ojalá alguien le hubiera avisado a Szifrón para que saque un par de ideas) y se ríe de nosotros, que perplejos esperábamos absolutamente lo contrario de lo que estábamos viendo. Estaba buenísimo lo que hizo en aquel entonces Paco Plaza.
[REC 4]: apocalipsis
Balagueró se encuentra con el desafío de encarar el final de una saga que tiene menos presupuesto y muchas más pretensiones. Vuelve a la protagonista original e intenta volver a la propuesta original, sin cámara en mano pero sí en ambiente reducido con estos monstruos desquiciados y muchos (demasiados) estereotipos. Pero el problema principal al que se enfrenta es un guión que hace agua por todos lados. Intenta ligar argumentalmente [REC] 1 y 2, y de pasada mencionar a [REC] 3 y meterlo todo en un barco para iniciar lo que digamos es la fiesta gore final. Pero Balagueró no se anima nunca al disparate total, por lo que los segmentos solemnes le quedan grandes y pesados. Hay una escena en el puente de mandos del barco donde se empiezan a acumular personajes que es tan desastrosa que recuerda a algún momento de La dueña, con Mirtha Legrand sentada en una habitación donde entran cada vez más personajes sin sentido. Balagueró tiene un déficit en cuanto a captar cómo se expresa la gente mediante el lenguaje -déficit que se disimulaba con la cámara en mano frenética y desprolija-, y en consecuencia los diálogos son antinaturales siempre. Sin embargo, entiende cómo es la gente cuando se mueve. De ahí que [REC] 4 avanza cuando los protagonistas pelean o escapan de los zombis.
[REC] 4 es entretenida en tanto film de acción pero es ínfima en comparación con las otras entregas. Como final es un final forzado, quizás necesario pero intrascendente.