En esta comedia codirigida por la actriz/directora Jazmín Stuart (Pistas Para Volver a Casa, 2014) y Hernán Guerschuny (El Crítico, 2013), tres parejas de clase media alta que pisan sus cuarenta años cargan consigo una bomba emocional cuya explosión es inminente. El escenario elegido para la tragedia -y la comedia, claro está- es una casa de campo que albergará una paradoja interesante: el descanso y a la vez, el ahogo de sus personajes.
Es que justamente los puntos altos de Recreo tienen que ver con la construcción de los protagonistas. La película desarrolla de modo eficiente la tridimensionalidad de los personajes -tal vez algunos más que otros- evitando así su chatura, quizás esperable en este tipo de propuesta. Hay un destacado tratamiento sobre los defectos: evitando retratar ciertos arquetipos sociales, cada uno de los integrantes de las parejas tiene su costado lastimosamente humano, que permite al espectador adentrarse de modo ligero en sus dilemas y preocupaciones. Sin embargo, en este punto a favor que posee la película se encuentra un problema que se va a repetir casi sistemáticamente a lo largo del metraje, que consiste en el desperdicio de sus propias posibilidades. Teniendo un gran elenco, deshecha gran parte de su potencial: los momentos de comedia son llamativamente débiles, y por momentos, forzados. Además, deja en un segundo plano a la pareja interpretada por Peterson y Mirás, quienes quedan relegados bajo los profundos demonios de los otros partícipes. Esto bien podría no ser una falencia si la premisa de Recreo no se basara en la narrativa en partes iguales, lo cual sí hace. En fin: se enreda en sus propios artificios.
Decíamos que otra de sus falencias es el uso forzoso de los mecanismos estructurales de la comedia. Una escena tempranera de charla sobre sexo resulta algo imprudente por dos factores: uno de ellos es que se ha creado cierta expectativa al ver el camino de las parejas invitadas hacia la casa de campo, gracias a una correcta interpretación de los actores. Y lo que se pone en juego allí parece necesitar algún nexo entre la presentación de las familias y la conversación erótica. En consecuencia, nos lleva al segundo factor, y es que el tono cambia de forma abrupta, haciendo que el espectador tome distancia de los personajes, a quienes aún no conocemos tanto como para ser observadores comprometidos de esa discusión. Es más: el pasado común de ellos no está bien desarrollado, lo cual impide entender del todo el impacto de la explosión del final ya que el fuera de campo no tiene demasiado recorrido. Por otra parte, aquel chiste ya bastante desgastado de niño que irrumpe en una conversación adulta como recurso cómico tampoco funciona. De hecho, está presentado en el trailer como un momento fresco cuando en realidad es bastante torpe, también por un timing actoral no muy logrado.
Recreo es una película que va de menor a mayor, pues lo más logrado comienza a partir de la mitad. Cuando los personajes desnudan sus defectos y obsesiones, se enriquecen y enriquecen la trama, que toma progresivamente mayor profundidad. Todos esos conflictos personales convergen en una escena de clímax potente que incluso podría ser mejor; un gran artilugio dialogal tal como “me quiero separar” desata una tormenta que si bien era esperable, no deja de sorprender, y es justamente allí donde la película más se luce. Es curioso: los pasajes más logrados son los dramáticos y no los cómicos. Discutiblemente la mejor escena del film es aquella charla entre la madre angustiada (Peterson) y su hijo adolescente (Agustín Bello Ghiorzi, ¡un gran descubrimiento!) luego de un fuerte episodio.
El film termina redondeando por algunos momentos cómicos pero sobre todo por su contraparte; todo el potencial que parecía tener en la previa es desaprovechado y a la película siempre parece faltarle una vuelta más. No obstante, no deja de ser un simpático aporte menor a la comedia local.