TENSIONES DE PAREJA
En Recreo, tres parejas de amigos se juntan en la casa de campo de una de ellas para pasar un fin de semana, comer algún asadito y airearse un poco de las obligaciones cotidianas. Obviamente lo que suele ocurrir en estos relatos que juntan a un grupo de personas en un espacio y tiempo acotado (un modelo de cine que han explotado las comedias dramáticas francesas o italianas), es la profundización en los problemas de pareja, los malestares sepultados durante mucho tiempo que explotan definitivamente y que tienen que ver mayormente con lo sexual, profesional y económico: no es menor, tampoco, que los personajes representen a una clase media o clase media acomodada, perfil habitual de los personajes en muchas de las comedias argentinas contemporáneas. Pero en la película dirigida a cuatro manos por Hernán Guerschuny y Jazmín Stuart aparecen además otras tensiones de pareja, que son las de los universos personales de cada director imbricándose o no con el universo del otro.
Guerschuny dirigió El crítico y Suart, Pistas para volver a casa. Y si bien ambos han tenido una conexión con la comedia o el humor, el acercamiento ha sido diferente en ambos casos. En Guerschuny vemos un perfil mucho más cínico y mordaz, mientras que en Stuart sobresale un humor más tenue, con predilección en las historia familiares y la búsqueda de consensos humanos en las diferencias. Y todo eso está en Recreo, una película que observa vínculos de pareja y amistad, y que trata de buscar determinados consensos con una mirada que pretende ser tan amable como cínica a la vez con sus personajes. En esa tensión que se da entre los tonos elegidos genera algunas imperfecciones en el relato, que se observan sobre todo en resoluciones de los conflictos que pasan abruptamente de lo cómico a lo dramático o viceversa (el final es ejemplar en ese sentido), sin tanta fluidez. Sin embargo donde resulta más interesante y orgánico, es en la forma en que Recreo arranca como una comedia algo obvia y va progresivamente oscureciéndose. Allí sí los universos personales de cada director confluyen satisfactoriamente, donde la necesidad de cierto humanismo en la mirada de Stuart aminora la virulencia de algunos pasajes más cínicos propios de Guerschuny.
No deja de ser interesante la tensión entre lo cómico y lo dramático -esa otra pareja conflictiva- que se da en la película, y que opera como síntesis autoconsciente del relato. Porque la comedia no sólo descomprime la sordidez de algunos pasajes, sino que permite una forma de comunicación que se puede ver por ejemplo en la campaña promocional. Recreo es vendida como una de esas comedias amables donde las parejas van a verse representadas en la pantalla, ocultando lo más oscuro e incómodo, algo que hacen los personajes a cada momento: Carla Peterson y Fernán Mirás ponen en primer plano su bienestar, Martin Slipak y Pilar Gamboa exhiben con orgullo a sus trillizos, y Juan Minujín y Jazmín Stuart son tal vez los que menos pueden disimular sus desavenencias. Precisamente una discusión entre ellos motorizará buena parte de los conflictos que explotarán en la última media hora de la película.
Vista en contexto, Recreo puede ser pensada como una versión para cuarentones de Vóley , aquella gran comedia de Martín Piroyanski que reunía a un grupo de amigos en un fin de semana en el Tigre. Y los resultados de ambas películas hacen ver que la comparación no es tan desubicada: si Vóley se mostraba más libre y desprejuiciada, Recreo luce atada no sólo a las preocupaciones de sus personajes, sino también a la necesidad de decir algo sobre los roles de pareja, lo femenino, lo masculino, la infancia y un largo etcétera. Esa brecha, que es generacional, es la que impone con mayor determinación el drama. Recreo dice inconscientemente que el humor en la pareja es algo que se termina con el paso tiempo, y si bien puede ser algo real, no deja de ser un cliché un poco conservador. En todo caso, la incomodidad del final es una forma de asimilación de las propias dudas que deja Recreo, y eso es bastante honesto en una película que termina siendo, aún a riesgo de muchas fallas, más visceral que calculada.