Memorándum
Un anciano (Christopher Plummer) despierta solo en su cama, llamando a Ruth. Sale del cuarto a buscarla. Se encuentra en un geriátrico. La enfermera le dice que su esposa murió hace poco. El anciano sufre demencia senil, y su memoria se esfuma al despertar cada día. Se sirve de dos mementos a lo largo de la película: el número de Auschwitz tatuado en su brazo, y una carta con instrucciones de encontrar y matar a Rudy Kurlander – el nazi que exterminó a su familia en el campo de concentración.
Recuerdos secretos (2015) es un thriller amnésico muy parecido a Memento (2000). Ambos protagonistas se adjudican la venganza de un ser querido, misión que se ve impedimentada por la amnesia. Ambos se sirven de tatuajes e instrucciones cuya interpretación es problemática. Ambos persiguen fugitivos quiméricos – ‘Rudy Kurlander’ es el ‘John G.’ de la película. Hay cuatro alemanes viviendo bajo ese nombre entre Estados Unidos y Canadá, y el héroe debe buscarlos hasta dar con el correcto. Escapa del geriátrico, compra un arma, la guarda en el neceser y se embarca en un road trip asistido (y dirigido) por teléfono por un colega del asilo, Max (Martin Landau).
A menudo la amnesia se utiliza libremente como herramienta narrativa para generar suspenso, intriga, misterio. En Memento, “la película al revés”, la amnesia es un recurso estructural, un truco ideado para poner al espectador en una situación de vértigo análoga al protagonista, cuya memoria reinicia cada 15 minutos. Pero la historia de Memento no “trata” sobre la memoria, y de ahí se desprende la crítica – endémica al cine de Christopher Nolan – de que la sintaxis de la película no condice con su semántica.
En Recuerdos secretos, la memoria (y falta de) proveen tanto el conflicto como el tema de la película. Es un problema que Zev Guttman (Plummer) quiera hacer memoria y no pueda, lo cual a su vez suple la temática de la película: recuperar la moral a través de la memoria. Plummer compone al desequilibrado Zev con una serie de contrastes atractivos – es frágil pero determinado, determinado pero olvidadizo, olvidadizo pero disciplinado y rectamente moral.
Esta reflexión sobre la memoria (con el Holocausto de tópico) tiene cuerpo de thriller. Referir al Holocausto en cualquier contexto que no sea documental o una dramatización histórica suele ser controversial, y más si se lo asocia a un género sensacional como el thriller. Hay giros y reveces inesperados, propios de la más obscena serie B, pero el guión (de Benjamin August) sabe cómo utilizarlos inteligentemente. Las sorpresas se desprenden orgánicamente de la trama, la cual siempre juega con los mismos elementos y nunca cae en la trampa de meter otros nuevos.
Recuerdos secretos es un excelente thriller, construido con lógica y prolijidad, de los que funcionan perfectamente mientras dura la película y sigue funcionando perfectamente una vez que sus misterios han sido dilucidados. Cuenta con una actuación principal poderosa y conmovedora, y un veterano elenco (Martin Landau, Bruno Ganz, Dean Norris, Jürgen Prochnow) del cual cada personaje deja una marca indeleble. Entonces, ¿por qué la crítica internacional la ha recibido tan tibiamente? ¿Es la ambigüedad de la trama? ¿Se debe al tabú del Holocausto, a la grosería de sintetizar un thriller a partir de él? ¿Al hecho de que, con todos sus giros, es la película más lineal y “amistosa” que ha hecho Atom Egoyan, otrora un obscuro cineasta de culto?
Recuerdos secretos va a polarizar al público, más por su tópico que por su ideología. Los fans y los detractores de Egoyan pelearán; los ilusos buscarán agujeritos en la trama, que tiene varios momentos de azar y coincidencia, pero para nada depende de ellos. Los más finos harán asco de los elementos de thriller, aún si están impecablemente aplicados. Que Atom Egoyan, Benjamin August y Christopher Plummer han producido un pedazo de cine entretenido, conmovedor e inteligente es indiscutible.