La última película de Atom Egoyan (El Dulce Porvenir, Ararat, etc.) nos trae al enorme Christopher Plummer en el papel de Zev, un hombre que sufre Alzheimer, internado en una casa de cuidados para gente de la tercera edad. Una semana después de enviudar, su amigo, Martin Landau, lo conmina a cumplir la promesa que había hecho, una misión que cumpliría al morir su esposa.
Muñido de una letra que le entregan, para guiarlo en su viaje, Zev se escapa de la comuna y decide cumplir con lo dicho, sea lo que fuere. No se puede decir más de esta película, ya que a medida que Zev se entera de las cosas, nos vamos enterando nosotros. Su demencia senil es un vehiculo para irnos sorprendiendo a medida que las revelaciones se van dando, lo que hace que el relato sea entretenido y tremendamente interesante. Egoyan es un gran director, no voy a descubrir nada a este punto, pero aquí demuestra como la simpleza en la manera de filmar esta historia intima, ya que todo pasa por Plummer, puede ser extraordinariamente bella sin ser grandilocuente.
Párrafo aparte merecen las actuaciones, sutiles, orgánicas, tremendamente humanas, y sorprendentes… Christopher Plummer logra uno de los mejores trabajos de su carrera, y contando que ha trabajado en películas tales como “El Socio del Silencio”, “El Informante” y “La novicia Rebelde” (Si es un peliculón, el que lo niegue se reprime), no es poco decir. El resto del reparto también cumple, Dean Norris, Bruno Ganz y Henry Czerny están a la altura de las circunstancias.
Recomiendo ampliamente esta película, para que no nos pase como a Zev, una clara metáfora de nuestra sociedad, una sociedad que ha olvidado algo tremendo, que solo recuerda cuando se lo cuentan, cuando es forzada a enfrentarlo, con la diferencia que nuestro Alzheimer es selectivo, autoinfligido, y el de Zev no.