Ni olvido ni perdón
Atom Egoyan, el otrora niño mimado de la cinematografía mundial, hoy, ya asentado como un director maduro, es el autor que sigue escribiendo el mismo relato, aunque el vehículo siempre sea otro, distinto. La mirada se posa sobre cómo poner en tela de juicio lo actuado. Lo negado. Lo vivido.
El titulo original es "Remember, cuya traducción sería "Recuerda". ¿Algo del orden de lo imperativo? ¿A quién? ¿Al personaje, al espectador o a ambos?
Esto dicho en relación directa a sus preocupaciones, obsesiones, tópicos, la historia universal de la infamia parafraseando al maestro Jorge Luis Borges.
En ese devenir constante de búsqueda sobre verdades y mentiras, ocultamiento y negaciones. Las formas de manipulación sobre el pensamiento de los individuos comunes y corrientes.
El director elige los temas no resueltos sobre el holocausto judío. Pero lo hace simultáneamente como forma de denuncia sobre situaciones actuales.
Toda una secuencia es clave en el entendimiento sobre el discurso del realizador. Pero yendo a la historia para darle algún viso de estructura, el relato se centra en Zev Gutman, (Christopher Plummer), un nonagenario, viudo reciente, con padecimiento de demencia senil, sobreviviente del campo de concentración nazi de Auschwitz, lugar en el que mataron a la mayor parte de su familia primaria.
El filme abre el séptimo día de la shiva, el ultimo de la semana en que los deudos están acompañados por sus seres cercanos para formar constantemente el minian para poder decir Kadish, el rezo religioso.
Esa noche, su amigo Max Rosenbaum (Martin Landau), otro sobreviviente y actual residente del geriátrico, imposibilitado de moverse, atrapado en una silla de ruedas, le recuerda la promesa que Zev le hizo a su esposa Ruth y a él mismo: Ir en busca del responsable de todas esas muertes ocurridas hace más de 70 años, el SS Otto Wallish, oculto en los Estado Unidos bajo en nombre de Rudy Kulander.
Pero hay un sólo detalle, la demencia senil de Zev es de grado leve, no es una enfermedad terminal, como el Alzheimer. La mayor característica es la perdida de las funciones cognitivas de forma progresiva, principalmente la memoria inmediata.
Este es el material que utiliza el guionista Benjamin August para construir un texto lineal, al mismo tiempo que eficiente, en pos de la progresión dramática, haciendo desplegar el conflicto de manera audaz, con el fin de constituir a un personaje verosímil, respetándole los tiempos reales, y al mismo tiempo es lo que da pie a la presencia inmediata de Max para hacer creíble todo el relato.
Max es quien le recuerda la promesa de ir en busca del criminal de guerra, como debe hacerlo, paso a paso, todo está escrito en la carta que le da a Zev. Cuatro son las posibilidades que se barajan sobre la verdadera identidad de un Rudy Kulander, tres en Estados Unidos y uno en Canadá.
Lo que instala primariamente una road movie de venganza, pero que además es utilizada por Egoyan para establecer denuncias muy claras, primero, la locura por la vigencia de la segunda enmienda.
Una sola escena: Zev sale de una tienda, suena la alarma, el custodio revisa el bolso, encuentra un broche de alarma suelto y una pistola Glock, situación que no lo sorprende en lo más mínimo.
Segundo, la presencia constante de neo nazis construida en la secuencia que comienza a quebrar el relato, que instala algo del orden de lo inaudito. Utilizando todos los elementos del lenguaje cinematográfico el director esgrime las características propias del personaje para establecer el incipiente estado confusional del mismo. En ese discurrir temporal en el que Zev espera la llegada del posible falso Rudy Kulander, los sonidos establecidos dan lugar a otros recuerdos, a otros sonidos, las imágenes lo trasladan a otros momentos de su vida, muy claros para el personaje, muy iconográficos para el espectador.
Esta escena en que Zev se enfrenta con un joven policía nazi, dueño de una hembra de ovejero alemán que responde al nombre de Eva.
La realización se sostiene desde todos los parámetros y variables, del interés que despierta la historia en si misma, de la puesta en escena, de la dirección de arte y la fotografía, del trabajo de la cámara, y el diseño de sonido ya mencionado. Pero por sobre todas las cosas en las actuaciones, principalmente en su protagonista, Christopher Plumier quien da una clase magistral de actuación sostenida: rostro, ojos, respiración, manejo del cuerpo. Claro que lo acompaña una delantera de lujo, empezando por Martin Landau y los magistrales Bruno Ganz y Jürgen Prochnow como sendos Rudy Kulander.
El final depara sorpresas, pero para ese momento uno ya está entregado, tratado cortésmente por el director y dejándose manipular, lo que no disminuye para nada el impacto.
Quedarse circunscripto en el cuento es en éste caso, más que nunca, asesinar las variables de lecturas impuestas en el texto audiovisual.
A la salida de la proyección, quien suscribe pudo escuchar disquisiciones tales como que nada es verdad del relato, que el director termino diciendo que es un thriller geriátrico, como defendiéndose del ataque por tratar de instalar la idea de perseguir justicia por mano propia. Fueron las mismas personas que en su momento alabaron “Relatos salvajes” (2014).
¿En verdad es una gran ficción? ¿Seguro? Adolf Eichman acreditado en Argentina como Ricardo Klement, historia muy conocida, tendría hoy más de 110 años. Su mano derecha Adolf Brunner huyó bajo el nombre de Georg Fisher, como doctor en medicina, y todavía se lo sigue buscando, debería tener casi 100 años.
John Demjanjuk, nacido Iván Mikoláiovich, un miembro de las SS en el campo de Sobibor, en Polonia, escapó a los EEUU, murió en 2012. Nunca se pudo lograr la extradición definitiva.
¿Nada es real? Wallish, ese nombre me suena, era el apellido de Erna, conocida como “La bruja de Hitler”, que mato a muchas prisioneras a patadas, murió en Austria en el 2008, a los 86 años, la noche en que se habían juntado las pruebas necesarias para ser extradita a Polonia, país que lo había solicitado para llevarla a juicio.
Convengamos que si por ficción se trata, deberíamos tratar, diría que infructuosamente, de destruir la obra maestra de Quentin Tarantino “Bastardos sin gloria” (2009).
¿Todo ficción? Sin embargo, el ejército de judíos durante la segunda guerra mundial, que sólo se ocupo de matar nazis, tuvo nombre y apellido: “Los Partisanos de Chkalov”.
De eso trata éste último opus del realizador canadiense, están, sólo hay que buscarlos, los de ayer y los de hoy.
“Los imperdonables” existen. Algunos ocultos, sin revelar nunca su verdadera identidad, construyendo falsas historias y relatándolas todo el tiempo hasta que se convencen ellos mismos, otros en la mudez total.
Como decía Hannah Arendt, “la banalidad del mal”, ¿o qué otra cosa es la obediencia debida? Van 40 años.
(*) Dirigida por Raymundo Gleyser, en 1972.