Todas las mañanas, Zev Guttman se despierta buscando a Ruth, hasta caer en la cuenta de que su esposa ya no está. Demente senil, Zev (Christopher Plummer, el mismo de La novicia rebelde) tiene que hacerse ayuda memorias a cada rato, y el recurso se vuelve crucial cuando su parapléjico amigo Max (Martin Landau), otro sobreviviente de Auschwitz, lo manda en busca de Rudy Kurlander, el verdugo nazi de ambos, que se oculta en algún rincón de Estados Unidos o Canadá. El gran Atom Egoyan, recordado por títulos como El viaje de Felicia, Ararat y El dulce porvenir, torna a un aparente drama en un thriller no exento de humor, y así trasciende la clásica fórmula del Holocausto. A sus casi 90, Zev es frágil y se pierde como el viejito de Historias mínimas, pero al mismo tiempo es un sicario con un GPS implacable, cuyo objetivo se llama Rudy Kurlander. Algunos no serán el Kurlander que él y Max buscan; así, Zev termina viajando de pueblo en pueblo, emulando a un torpe Terminator con un misterioso asistente remoto. Lo que ocurrirá a Zev y el inesperado desenlace vuelven al film interesante y una rareza en la filmografía de Egoyan.