Si no fuera por los actores, grandes y perfectos todos, este film adolecería (porque ya adolece, pero se nota menos) de la presencia demasiado pesada del director, cuyo Ararat aún es su mejor obra. La historia de un hombre con Alzheimer obsesionado por cazar a un criminal nazi que asesinó a su familia es una reflexión sobre la memoria y su disolución, demasiado lastrada por la metáfora y el simbolismo evidente.