Regocijante aventura en medio del horror
Premio del Público con puntaje casi perfecto en el Festival de Mar del Plata, esta obra es un auténtico regocijo. Y eso que pinta como drama. Suerte de thriller de la tercera edad con toquecitos hitchcockianos y remates de humor negro, "Remember" (tal su título original) desarrolla el plan de dos viejos judíos para ubicar y ultimar al nazi que mató sus familias en Auschwitz. El problema es que hay cuatro alemanes con el mismo nombre. Y que el encargado de apretar el gatillo tiene demencia senil.
Ese viejito encantador sale del geriátrico, cruza la frontera, que entre EE.UU. y Canadá es bastante laxa, sobre todo para los viejitos encantadores con aire desprotegido, y se va encontrando con gente de lo más amable (dentro de lo que cabe), hasta llegar a donde llega. No diremos adónde llega, porque de la primera a la última escena la historia está llena de sorpresas, de giros inesperados y de momentos que nos hacen preocupar, nos hacen reír, preocupar de nuevo, y así hasta el in crescendo final que nos deja con la boca abierta y luego una sonrisa de admiración, por lo bien que el autor supo envolvernos con su relato.
Christopher Plummer es el protagonista, en una actuación formidable. Lo acompañan Martin Landau, Bruno Ganz, Jurgen Prochnow, Heinz Lieven, todos del Pami, y el gordo Dean Norris con un ovejero alemán, y también unos niños muy comedidos, la música envolvente de Michael Danna, el guión de Benjamin August, escrito en estado de gracia y malicia, y la precisa dirección del maestro Atom Egoyan.
Claro, como corresponde a una película de Egoyan, eso no es todo. Por debajo corren sus inquietudes habituales sobre pasados oscuros, secretos vergonzantes, desmemorias y falsas memorias, engaños y autoengaños para seguir viviendo, rencores, artificios y culpas, monstruos que conviven con sus víctimas, víctimas que pueden cometer monstruosidades.
No plantea esto con el hálito de extraña y morbosa poesía (ni con las chicas adolescentes) de sus películas más famosas, como "Exótica", "Un dulce porvenir" y "El viaje de Felicia". Lo plantea simplemente como un cuento policial bien contado, muy entretenido, y eso es lo que algunos exquisitos le reprochan. Pretenden que siga haciendo lo de antes, que lo hacía muy bien, eso es cierto.
Algunos van más allá, y aseveran que con esta obra Egoyan trivializa el dolor de los sobrevivientes de la Shoah, la memoria de sus víctimas, el concepto de justicia y hasta el
Alzheimer. Y que encima la película está mal hecha. La verdad, hay gente rara en el mundo, por no decir otra cosa.