Agentes del recontraespionaje
Red 2 es una comedia ligera ambientada en el mundo del espionaje internacional. Pero además es una concatenación formidable de escenas de acción física, montadas casi como si se tratara de cuadros autónomos, y también una muestra de la capacidad del cine industrial para sumergirnos en el magma de una dimensión paralela en la que nos convertimos en rehenes felices frente al espectáculo de nuestra propia credulidad como espectadores. También es una película de actores: Bruce Willis y John Malkovich, que hacen de dos espías retirados, inventan una especie de susurro para comunicarse que resulta irónico y conmovedor al mismo tiempo. Los dos actores juegan a hacer un poco de sí mismos, satisfechos y aterrados en su madurez de estrellas consagradas, dispuestos a entregarse a una película cuya frialdad desmañada en el argumento se equilibra sutilmente con la vitalidad que se desprende de cada desplazamiento y cada gesto que realizan, breves arrebatos que en el contexto que la película propone parecen ofrecerse como actos de resistencia frente al paso del tiempo. El personaje de Malkovich está solo y abraza la causa del viejo espía que ya no es confiable para nadie y desconfía de todos y de todo; es conciente que debe estar siempre alerta porque nunca se puede saber con certeza de dónde va a venir la bala. El de Willis, en cambio, tiene una mujer y la esperanza de una vida tranquila, lo más pacífica y pedestre que se pueda, alejada de cualquier ajetreo de esos capaces de conmover al mundo y que convirtieron a su camarada en un excéntrico, una especie de bestia paranoica que vive de respirar sus propias obsesiones. Parte de la comicidad de la película reside en el hecho de que el loco tiene razón y Willis debe rendirse ante la evidencia: Red 2 se construye sobre la posibilidad de un cataclismo generado por la continuidad de una guerra fría que reemplazó a los bloques históricos en pugna por una guerra subterránea protagonizada por agentes, espías y contraespías de toda laya y nacionalidad. La trama envuelve a los personajes como una fatalidad y la acción se desplaza de una capital del mundo a otra. Willis acepta enseguida su condición de pieza imprescindible en el juego y arrastra a su mujer con él, ya que no se la puede sacar de encima. Red 2 muestra un desdén aristocrático por la verosimilitud y parece en realidad querer apostarlo todo a la gracia con la que los intérpretes se mueven dentro del plano, como si hicieran equilibrio en una prueba peligrosa de circo, en la que no se puede pensar y mucho menos poner en cuestión la propia capacidad para cruzar de una punta a la otra de la soga. La autoridad real de los actores –los mencionados Willis y Malkovich, pero también la eternamente joven Mary-Louise Parker y en especial Helen Mirren (la dama de hielo con un corazón blando)– contrasta todo el tiempo con la experiencia de aventura volátil, mecánicamente inexpresiva y escurridiza de la película, esa cualidad tan frecuente en el cine de acción del Hollywood actual. Por lo menos Red 2 tiene caras que parecen humanas aunque la lógica de los personajes sea de cartón.