Jubilados de gatillo fácil
El elenco estelar de Red (2010) estaba sobrecalificado para potenciar las limitaciones de un producto calculadamente ejecutado a partir de una breve novela gráfica de Warren Ellis y Cully Hamner. La idea que con sagacidad desarrollaran los guionistas extendiendo situaciones y creando tanto personajes como peripecias inexistentes en el cómic, no hubiese surtido el mismo efecto sin los veteranos de lujo que consiguió la producción para insuflarles vida. Bruce Willis, John Malkovich, Morgan Freeman, una sorprendente Helen Mirren y la menor del grupo, aunque ya ronde los 50 años, la encantadora Mary-Louise Parker se divirtieron a lo grande con sus roles y lo que es más importante transmitieron ese goce lúdico a los espectadores con un relato de a ratos muy violento, aunque lejos de la crudeza de la obra original, bien aligerado por un tono humorístico burlón y de un color predominantemente negro. Para la secuela volvieron todos los intérpretes que podían teniendo en cuenta las bajas del filme previo y alguna ausencia por motivo de fuerza mayor (la muerte de Ernest Borgnine que de todos modos cumplía un papel muy pequeño). Si a esos nombres de peso le sumamos los refuerzos de Sir Anthony Hopkins, la ya cuarentona pero siempre atractiva Catherine Zeta-Jones y el recio surcoreano Byung-hun Lee nos encontramos con un variado y por demás interesante contrapunto actoral. Porque no sólo hay desempeños de nivel sino también una indudable química que no se da con tanta asiduidad en los productos mainstream provenientes de Hollywood.
La historia de Red 2 (2013) es un refrito de la película anterior con algunas variaciones para disimular un poco lo obvio: la fórmula instaurada por el director alemán Robert Schwentke, reemplazado en la secuela por Dean Parisot, llegó para quedarse. Descartadas las novedades, en el guión de los hermanos Jon y Erich Hoeber lo que sí se puede apreciar es un incremento sustancial en el presupuesto –de 58 a 84 millones de dólares- lo que derivó en una mayor cantidad de escenas de acción que están estupendamente coreografiadas y se disfrutan muchísimo más que las de la tristísima última entrega de la saga Duro de matar o la mediocre G.I. Joe: El Contraataque (por nombrar un par de títulos recientes en los que también aparecía Bruce Willis). Por otro lado es increíble lo que le aportan Mirren o Malkovich (aún con sus excesos, que los tiene) a sus personajes fundamentalmente por venir de un palo muy diferente al de Willis, de por sí toda una estrella del cine de acción de todos los tiempos. Sir Anthony Hopkins se incorpora bastante tarde a la trama y presenta escasos momentos de lucimiento, un defecto más atribuible a los autores que al actor galés. Byung-hun Lee pese a sus dificultades con el inglés no se queda atrás de sus cotizados compañeros de reparto y se destaca en un par de secuencias de artes marciales (se nota que es él y no un doble). En este contexto el humor aflora constantemente, en ocasiones algo forzado por las morisquetas de Willis o los tics de Malkovich, y debe decirse que en general Parisot se maneja con autoridad en un registro que sabe equilibrar la comedia negra desaforada con la violencia del género. Un mix atípico que no por nada causó su buen impacto en una audiencia proclive a festejar cada ocurrencia de estos viejitos retirados pero de gatillo fácil dispuestos a vender cara su derrota.
Nuevamente los ex agentes de operaciones especiales Frank Moses (Willis) y Marvin Boggs (Malkovich) deben dejar su apacible vida de jubilados para embarcarse en una travesía que los llevará de los Estados Unidos a Londres, París y Moscú en el intento por desarticular un antiguo plan nuclear de la Guerra Fría en el que mucho tiene que ver el físico Bailey (Hopkins), que ha pasado las últimas tres décadas encerrado en una celda. Tras la huella de los temibles asesinos anda el también sicario Han (Byung-hun Lee) que ha sido contratado por la Agencia para deshacerse de ellos. En el camino Moses, que desde la aventura del 2010 se encuentra acompañado por su pareja Sarah (Parker), se cruza con su ex amante la espía rusa Katja (Zeta-Jones) propiciando una excusa para la guerra de los sexos. Una muy liviana, claro está, ya que la acción deja poco margen para los enredos de alcoba. Giros argumentales no podían faltar en este esquema pero los mismos no son el fuerte de la película que pregona buena onda y sale airosa de la repetición en tanto y en cuanto no se le pidan peras al olmo…