Y... son gente grande
El formato de comedia y acción, con estrellas conocidas y maduras, con Willis a la cabeza, vuelve a dar en el blanco.
“Hace meses que no matás a nadie”. La frase, que suena a reclamo, es también un guiño que sale de la boca de Marvin Boggs, el estrafalario y psicótico personaje que John Malkovich repite en Red 2.
El destinatario es Frank Moses (Bruce Willis), que está de compras en un Home Depot apenas abre la secuela, disfrutando -sin acribillar espías, terroristas o corruptos- de su retiro, junto a su esposa (Mary-Louise Parker). Los dos pelados saben que la jubilación por edad, para esta saga de comedia de acción que quién sabe si termina aquí, es un viaje de ida y vuelta.
Ambos ya estaban retirados en la primera Red (2010), y a eso hace mención la sigla en inglés: Retired Extremely Dangerous. Agentes de la época de la Guerra fría, alguien subió a Internet su participación en una operación fallida hace treinta y pico de años (Sombra nocturna), sobre ¡un arma de destrucción masiva! Quién lo diría, décadas anteriores a Bush hijo. Y de ahí que Marvin busque a Frank. Más que para salvar su honor, para salvar el pellejo.
Si la primera Red funcionaba como una pseudoparodia a las películas de la saga de Bond, basada a su vez en una novela gráfica, esta secuela redobla la apuesta. La cámara acompaña a los protagonistas por varias capitales del mundo (París, Londres, Moscú), los enredos se multiplican cada vez que tocan una ciudad, son perseguidos por estadounidenses y rusos… Y ahí radica el mayor aporte del filme: en la sorpresa.
Porque si la trama se va haciendo más intrincada -bueno, esto es un entretenimiento, pero no está mal que la historia tenga recovecos-, la aparición de distintas estrellas en papeles importantes, que aparecen así, asombrosamente, incrementa el disfrute.
Sin decir quién es quién, regresan algunos personajes que ya estaban en la primera, como los de Helen Mirren (ex agente del MI6) y Brian Cox (agente soviético), a los que se suman los que ahora interpretan Anthony Hopkins, Catherine Zeta-Jones, David Thewlis, Neal McDonough y una estrella coreana, Byung-hun Lee -ya lo vimos este año también con Willis en G.I. Joe: El contraataque-.
Más que las escenas de acción -la persecución en París, entre moto, un viejo Citröen 3CV y un auto último modelo no tiene desperdicio-, son las de comedia las que logran que estas viejas estrellas se pongan al espectador en el bolsillo. Desde descubrir nuevas e impensadas utilidades de las papas Pringles a la dinamita que Marvin lleva siempre en sus bolsillos y diálogos o sentencias, algunas sobre la tenencia de armas en los Estados Unidos...
Dean Parisot -que como director ganó un Oscar, por un cortometraje, y realizó Las locuras de Dick y Jane, con Jim Carrey- le imprime dinamismo ahí donde hacía falta. Y, son gente grande.