La mixtura entre un director notable y siempre a la búsqueda de tópicos poco frecuentados y el fascinante espacio de las redes sociales informáticas, da por resultado un film, aún abarrotado de diálogos, absorbente y atrapante. Sin escenas de acción, historias de amor, melodramatismos, pretensiones humorísticas o pasos de comedia, David Fincher diseña con Red social un formidable acercamiento fílmico a un universo tan cotidiano como inexplorado. Los contactos interpersonales a través de la computadora y la red, que a menudo empleamos casi involuntaria, automática, inconteniblemente, tienen aquí su mirada histórica y a la vez visionaria. Así como en su momento Tron y Juegos de guerra abordaron fantasiosamente el novedoso mundo de los video games, esta película del director de Seven, The game y El curioso caso de Benjamin Button logra englobar la esencia básica de Facebook, pero en este caso con una mirada realista y despojada de chisporroteos cybers.
Una “historia de la vida real”, la epopeya de Mark Zuckerberg, el joven introvertido y obsesivo por la informática que, con algunas leves inspiraciones ajenas, inventó esta red social que derivó en una demanda de su mejor amigo y otros. Basada en un libro que no es novela, Fincher y su guionista encontraron allí el material indispensable para desarrollar un film que no precisa apoyarse en pantallas de monitores o en digitalizaciones como recurso narrativo, aunque hay que destacar que los gemelos Winklevoss están interpretados por un mismo actor por imperceptibles destrezas de montaje y efectos. Y a propósito de actuaciones, son el pilar sustancial de un espléndido andamiaje, partiendo de un Jesse Eisenberg lleno de matices junto a Andrew Garfield, Armie Hammer y Justin Timberlake (impecable, cada vez mejor en esta faz), entre otros. Aún para aquellos muy poco empapados en la temática, Red social es un film apasionante, irresistible, conectado con redes humanas que van más allá de Internet.