Lo profundo de la superficie
“Present day. Present time.”
De la serie “Serial Experimental Lain”, dirigida por Ryutaro Nakamura
Cuando me enteré que iban a hacer una película sobre Facebook pensé que era otro de esos biopics por encargo, carente de creatividad y con un formato previsible, destinado a satisfacer al público que busca “experiencias de vida”. Luego me di cuenta de que el director era David Fincher y me llamó la atención. Es lógico o al menos así suena, Fincher ha trabajado en sus videoclips con un montaje vertiginoso que tiende a expresarse en sus películas e incluye la tecnología como un elemento clave de sus narraciones. Pero el gancho está en una cuestión que me resulta tan inmediata como el nombre del film. Después de todo, es una película sobre Facebook, una herramienta que me resulta a esta altura tan cotidiana como encender el televisor. Pero más allá de mi vivencia con Facebook, encuentro que se trata de un elemento masivo e indudablemente contemporáneo. Atravesó un campo social de varios estratos con una inmediatez que a veces atemoriza ¿Desde cuándo está Facebook? ¿Qué nos hizo aceptar con tanta facilidad esa red que interactúa con más de 500 millones de personas de todo el mundo? Luego me di cuenta de que Red social no es una película de Facebook o el genio detrás de la idea. Es también una película sobre el Messenger, el Twitter, Friendster, el blog, My Space, Badoo o DeviantART entre otros, es una película sobre la reformulación de la comunicación en el siglo XXI y también sobre el mundo al que se dispone esa idea. En cierto sentido, Red social es sobre Mark Zuckerberg, Eduardo Saverin y Sean Parker, pero también sobre cada una de las personas que utiliza una red social. Y entonces, Fincher y el guionista Aaron Sorkin ponen junto a una biografía no autorizada todo esto en un guión, construyendo una ficción documentada que en su construcción de tragedia clásica aparece como un relato sólido que deja, entre el frenesí de información, un momento para reflexionar. Al menos hasta el próximo “me gusta”.
Pero el foco es el Mark Zuckerberg interpretado por el brillante Jesse Eisenberg, un personaje oscuro que está fuera del estereotipo con el que Hollywood ha ilustrado a otros “genios incomprendidos” (véase Una mente brillante, por ejemplo). El de Zuckerberg es un personaje de un gris frío y constante pero, a pesar de todo, verosímil. Verosímil en su megalomanía, en su resentimiento, en su búsqueda de notoriedad, tanto como en la fragilidad que deja entrever Eisenberg. El prólogo del film, con un diálogo cargado de tensión ilustra la psicología del personaje con una perspicacia notable. No es sólo el resentimiento después de romper con su novia lo que dispara al personaje para ser el fundador de Facebook, sino también la búsqueda de algo trascendental para compensar ese sufrimiento. Es control, es poder, y utilizar cualquier medio para superar y superarse ¿Qué quiere decir esto en el mundo del personaje de Fincher? Quiere decir dejar su nombre impreso a los ojos de todo el mundo. Esa es la razón por la cual Zuckerberg lucha tanto por que sea “su” idea a toda costa, evitando que sea “manchada” por las debilidades que este personaje advierte en Saverin (interpretado por Andrew Garfield) y, posteriormente, en Parker (interpretado por Justin Timberlake). No es una cuestión de amistad ni de negocios como advierten algunos críticos. Al contrario, los negocios son un medio para otro fin: la imagen, la superficie, la perdurabilidad.
Los climas son vitales. En un film que se sostiene en largos diálogos con un montaje paralelo que reconstruye el relato, es indispensable generar tensión en esas charlas. Y Fincher lo logra, no sólo gracias a las actuaciones de un elenco compacto sin desniveles en el rendimiento, sino también gracias a la construcción del espacio con planos abiertos, espaciosos, en oficinas pulcras y uniformes donde el foco es Zuckerberg. La incomodidad y los silencios parecen tenerlo allí en cada palabra, buscando anticiparse a lo que otros digan. En contraste, las secuencias que lo tienen fuera del juicio lo tienen en un tono amarillento y decadente que se torna asfixiante, en un tono donde las luces artificiales brillan y los personajes tienden a desvanecerse en las sombras de la misma manera que lo habíamos visto en Zodíaco. Sumado a esto está el detalle de la inquietante musicalización de Trent Reznor y Atticus Ross, tan cercana a los pasajes sonoros de texturas sucias y electrónicas que atraviesan su trabajo de 36 canciones, Ghosts.
“We will slide down the surface of things” -“Vamos a deslizarnos a través de las superficies de las cosas”- canta Bono en Even better than the real thing citado por Bret Easton Ellis en Glamorama. En aquel libro la superficie se tornaba en un espacio enrarecido donde las identidades se confundían en una escalada de muertes y desapariciones, donde presentación y representación se alternaban hasta ser absorbidos por la superficie. Aquí la construcción de ficción se confunde con el Zuckerberg real del cual uno puede hacerse amigo en Facebook, incluso con la Erica Albright que rompió con él o podemos saber qué fue de Saverin mirando sus fotos en Facebook, FB. Podemos ver si Albright es tan sexy como la mismísima actriz que la interpreta (Rooney Mara) si acaso queremos emular el Facemash. Puedo mirar a la compañerita que siempre quise y reírme de lo que es ahora. Rompemos la cuarta pared y rompemos la profundidad de la superficie. Es en ese reino donde la moda, lo cool prevalece, y donde todo se hace inabarcable, una vitrina infinita de enlaces donde el medio ha construido la perpetuidad de la superficie, más allá de lo que pueda hacer la TV, la radio o cualquier otro medio. Es allí donde Fincher plantea en un plano final el resquebrajamiento de esta ilusión, cuando vemos ese nexo del protagonista con Albright “refrescando” una y otra vez la pantalla ¿Es así realmente?
Por ahora, lo que sí sabemos es que un director encaró un biopic que es en verdad un complejo híbrido que levanta más de una pregunta y problematiza sin sonar subrayado, con grandes actuaciones y más de un mérito formal. Suficiente para que nos veamos en Facebook después, hablando desde el mismo medio. Intentaremos darle profundidad, si en verdad la profundidad es necesaria.