Millonarios y confundidos
Hay películas que el paso del tiempo las vuelve recordables no por sus méritos cinematográficos sino por plasmar en imágenes cuestiones propias de su época. Eso ocurrirá con Red social, ya que ocupa sus dos horas en desarrollar el vértigo de invenciones, iniciativas empresariales y traiciones personales que rodearon los comienzos de la red social Facebook. Lo hace centrándose en su fundador, Mark Zuckerberg (interpretado por Jesse Eisenberg, el joven actor de Adventureland y Tierra de zombies), genial pero siempre contenido y propenso a traicionar a compañeros y amigos. En ese camino hecho de mezquindades, asoma como único respiro de madurez su novia Erica (Rooney Mara).
Se ha dicho que la película puede ser vista como un retrato generacional. Efectivamente, refleja algo de la influencia que Internet y, concretamente, las redes sociales, han tenido en los últimos años en la vida de mucha gente, fundamentalmente en los jóvenes. El materialismo, la frialdad en las relaciones, la dependencia de la tecnología, pueden ser señales de la cultura de comienzos de siglo. Pero Red social está planteada como una trama de intrigas, envolviendo con glamour una simple sucesión de peripecias, en cierta manera como ocurría también con El origen (2010, Christopher Nolan). Al mismo tiempo, resulta una suerte de fábula moral, como lo demuestra el final, en el que el protagonista, por encima del éxito y el dinero conseguidos, sólo desea recuperar lo que lo devuelve a su costado más puro y vulnerable. Por detalles como éste hubo quienes se apresuraron a compararla con El Ciudadano, como si la obra de Welles pudiera restringirse a su armazón argumental.
Si puede ser discutible la forma narrativa elegida (no se entiende mucho la necesidad permanente de ir y venir en el tiempo), es decididamente superficial el estilo -manierista, excitado- del film. Las actuaciones, por ejemplo, son una sucesión de poses y mohínes, a cada uno de los cuales la cámara le dedica dos o tres segundos, nunca más. Una fotografía y una banda sonora indiscutiblemente seductoras cubren una continuidad de discusiones sobre cuestiones legales y financieras, encuentros en el interior de elegantes universidades privadas, fiestas juveniles, competencias deportivas y vistazos de la ciudad de noche rebosante de neón.
Las referencias a lo que pasa lejos de ese mundanal ruido son sentencias al paso, como cuando alguien dice “En Bosnia no tienen carreteras pero tienen Facebook”. Y así como abundan chicas mostradas como criaturas decorativas y molestas, no hay un solo personaje de aspecto rústico en todo el film. Estos rasgos responden claramente a la vocación del director David Fincher (1962, Denver, EEUU) por hacer un cine artificiosamente bello e incluso tramposo, utilizando recursos característicos del lenguaje publicitario. Las imágenes lustrosas pueden ajustarse a los video-clips que ha realizado para varias pop stars, y lo mismo puede decirse de su astucia para encandilar a los espectadores en productos livianos como Alien 3 (1993) o Zodíaco (2007), pero esos artilugios resultan engañosos cuando intenta contar historias sensibles o controvertidas (El club de la pelea, El curioso caso de Benjamin Button).
Es cierto que Red social aborda el surgimiento de Facebook con cierta causticidad, pero, por momentos, más que su lado oscuro parece estar mostrando su lado cool.