El fin de la amistad
Como el golpe de efecto que recibíamos al comenzar El club de la pelea, así es Red social, sólo que sostiene su capacidad de inventiva y sorpresa durante toda la película. Es una obra maestra, el punto de inflexión de un director; una película definitoria, contundente y humana. No está mal compararla con la mejor película norteamericana de todos los tiempos: El ciudadano, de Orson Welles. Esta es una epopeya cinematográfica.
Lo primero que viene a la mente cuando termina Red social es si es una film moderno (es decir, viejo) o un clásico. Nadie se acuerda de aquel telefilm, Los piratas de Sillicon Valley ¿por qué deberían acordarse de una película sobre la creación de Facebook? Ya la premisa parece estancarla en el tiempo. Pero donde Red social es firme, catártica e incluso intemporal es allí donde tantas otras fallan: en el contenido humano. En esencia, esta es una película sobre la amistad (mejor dicho, el fin de la amistad), la hora de los nerds, la sinécdoque que significa una computadora, entre otras cosas.
Mark Zuckerberg, el inventor de Facebook, charla con su novia, ni bien empieza la historia. Quiere entrar a un club de Harvard. Lo importante es pertenecer, no parecer. Unas pocas palabras de ella bastarán para lastimar su orgullo. Como venganza, Mark crea una encuesta virtual donde cualquiera puede calificar a las chicas de Harvard. Elegir a una, claro, en detrimento de otra. Y eso no es nada: también escribirá sobre ella en su blog, y no cosas agradables, precisamente. Así se iniciará la odisea del protagonista: la construcción de una red social más grande que la vida. La paradoja definitiva no sólo es el making-of de esa obra descomunal, sino también los valores en los que la misma se sustenta.
Mark cuenta con la ayuda de Eduardo Saverin (un simpatiquísimo Andrew Garfield) su único amigo, para el emprendimiento. Uno tiene el dinero, y el otro el conocimiento, no hace falta aclarar qué tiene cada uno. Es fundamental que en toda la historia los adultos pasan a un segundo plano. Este mundo está (casi) gobernado por estos estudiantes de Harvard. No en vano se evita cualquier referencia a los padres de Zuckerberg o Saverin. Es también un mundo machista. Las mujeres que aparecen, con algunas pocas excepciones, son trepadoras, insulsas y secundarias.
El montaje ayuda a que la atención nunca decaiga, alternando las secuencias donde Mark empieza a gestar su ambición, y donde "paga" el precio, en una demanda legal por parte de su (ex) amigo Eduardo y los hermanos Winklevoss (Arnie Hammer y su potente voz). Los hermanos Winklevoss funcionan como los principales antagonistas en mayor parte de la historia. Son casi la representación dual de dos estados de consciencia de una persona (aunque ellos se jacten de su sincronización). Son la fuerza, la nobleza, y en cierto modo, las reservas morales de la Universidad. Fincher lo sabe, y lo pone en escena en una brillante secuencia donde los dos hermanos están en una competencia de remo, donde son invencibles. La música es una maliciosa sátira de In the hall of the mountain king. Los hermanos por primera vez podrían ver como el trono les es arrebatado. Los músculos que tienen, aún acompañados de cerebro, no pueden contra el nerd.
En esa secuencia, no hay diálogos, la fotografía de aleja del verde monocromático y resalta el azul del agua. El montaje sigue el ritmo de la música, que cada vez se vuelve más socarrona y cruel. La vuelta de tuerca es inteligente. ¿Cuántas películas recuerdan donde el villano sea sobrepasado por el "héroe" (especial atención al uso de las comillas)? Zuckerberg es un Kane tan ambicioso, competitivo, decidido e ingenioso, que incluso da vuelta el tablero de sus enemigos. Justo cuando un piensa que su destrucción empezaría a manos de los rivales, se equivoca. Es como si Charles Foster Kane aplastara a Jim Gettis en la política en el clásico de Welles.
David Fincher tiene un historial bastante popular. Algunas de sus películas son muy buenas, otras no tanto y algunas apenas buenas. Es un director relativamente joven, salido del mundo de los videoclips y los efectos visuales de El regreso del Jedi. Que tiene una inclinación notoria a distraernos con efectos técnicos no se pone en duda. En Pecados Capitales, la atmósfera y el diseño de producción de una ciudad corroída. En El club de la pelea, eran los efectos de sonido. En El curioso caso de Benjamin Button, casi todo, pero principalmente los efectos visuales. Ahora, como en Zodíaco, toda la estética, todo lo técnico (en una película sobre Facebook y la tecnología) pasa a un segundo plano y es funcional a la historia. Sí, se nota que es un film de Fincher (después de todo, es un auteur) pero eso no quita que sea un Fincher maduro, dominando completamente la técnica. Haciendo algo más: arte.
Sin dudas mucha ayuda viene del guión de Aaron Sorkin (basado en la novela de no-ficción de Ben Mezrich). La película es puro diálogo, pero nunca decae. Es sofisticada, y a la vez clásica, agradable. Hay tantos diálogos, que parece una screwball comedy. Es más, aunque es un drama, todo el film tiene un tono cómico. Sabe balancearse entre distintos géneros.
El elenco también es una de esas rarezas que arañan la perfección. Jesse Eisenberg (Zombieland) es el autómata de Zuckerberg. Un genio, un prodigio, un insoportable, un nerd, un geek, lo que quieran. Su postura física es sólo parte del trabajo del actor. Y no me refiero a lo bien qué se apropia de los diálogos tampoco. La relación que establece con Sean Parker, el creador de Napster, y el que promete una buena vida (por un precio, claro está), es mucho más compleja de lo que aparenta. A Zuckerberg no le interesa el dinero, tampoco la fama. Hay algo que va más allá.
La paradoja definitiva, sea que toda la red social venga de la mente de este personaje. Allí donde la soledad se desmorona, la amistad se resquebraja, y donde nada se puede explicar con certeza, Zuckerberg creó un hito. Pero no es que el personaje exceda al film. Para nada. Uno de sus amigos aporta el algoritmo que empezó todo. Lo escribe en una ventana. Pero la sinécdoque, el mundo que crea Mark -si es que se le puede decir mundo- es mucho más grande y complejo. Ningún matemático o físico podría explicar usando la lógica el por qué. Las relaciones humanas, se podría haber llamado la película. Aunque debería durar mucho más. Pero se llama Red social, y dura poco más de dos horas. Al final, entendemos, pero no estamos seguros de comprender, lo de "social".
(pequeño spoiler):
La secuencia final de la película es devastadora. Es como si tratara de condensar todo esta paradoja, este enorme universo, en un instante. Aquel donde una estado de ánimo pasa por ser o no aceptado como un amigo. Allí donde todo se reduce a esperar una confirmación o un rechazo para pertenecer a la lista de amistades del otro contacto. Sí: el problema del club. Una repetición ad infinitum, en soledad, frente a una computadora acompañada, virtualmente, por millones de "amigos".