Globalización del terror
Por momentos parece Hogwarts. El internado donde van a parar Olga y su hermanito Artyom también tiene pasillos largos, salones y secretos oscuros. Y aunque no posee tantas hectáreas como su competencia británica en el fondo de esta escuela hay un bosque con un cementerio. Estos espacios fueron testeados y pasteurizados desde hace más de un siglo de historia cinematográfica (¡y siglos de placer literario!). Si tan solo el director Aleksandr Domogarov se sintiese honrado por poder filmar los rincones de este género Reflejos siniestros generaría algún tipo de magia. Puede parecer Hogwarts, pero es sólo su apariencia.
¿Es el mejor lugar para dejar a Olga y Artyom, dos huérfanos enojados y afligidos por el dolor reciente?
Reflejos siniestros es la secuela de una película que nunca se estrenó acá. Queen of Spades: The Dark Rite comenzaba la saga de un ente maligno que se escondía en los espejos y, por supuesto, acechaba a jóvenes inconscientes. De pronto nos tenemos que topar con esta leyenda rusa que podrá ser lejana en lo geográfico pero que se siente demasiado cercana en sus lugares comunes. La factura técnica es rusa pero el espíritu es claramente occidental.
Nadie puede resistirse a los ingredientes obvios que hacen a una película de terror, pero Reflejos siniestros ni siquiera purifica el cliché en desparpajo, el descaro por el homenaje en admiración. En su primer largometraje, Domogarov y la guionista Maria Ogneva se mueven con cautela, como si manipulasen un químico peligroso. El film absorbe este miedo, el miedo al paso siguiente. ¡Es todo tan serio y cobarde!
El ente llamado no solo se esconde detrás de los espejos. Ya que está, la Reina de Espadas también concede deseos. Los protagonistas (estereotipos despojados de cualquier encanto) acceden a la tentación y como en “Fausto” (o la menos trascendental Wishmaster) las consecuencias no son las esperadas.
Es una lástima que ni el director ni la guionista se interesen por darles algo de peso dramático a sus personajes. Muerta esta densidad al menos quedan los cuerpos. Los mejores momentos de Reflejos siniestros ocurren cuando la fotografía y la presencia de algunos intérpretes llegan a un acuerdo. Los rizos de la actriz Anastasia Talyzina son tirabuzones de vitalidad en medio de tanto espacio decrépito; el pequeño Daniil Izotov puede expresar la tristeza de su personaje con solo mostrar sus ojos.
En el caso de necesitar de los servicios de la Reina de Espadas, ¿cómo uno se puede comunicar con ella? Solo con repetir su nombre al espejo, ella aparecerá. Este es el nivel de novedad que Reflejos siniestros tiene para ofrecer. Y antes de que pienses en Candyman, te preguntarás por qué una película rusa tiene una fijación tan arraigada con el folclore hollywoodense. En vez de estudiar los monstruos autóctonos Reflejos siniestros decide abrir la sucursal soviética de El conjuro.