La dama vestida de negro parece tener un fuerte arraigo en las historias de fantasmas. Una especie de madre oscura y vengativa que regresa de la muerte vestida de luto para curar su dolor con la sangre de los inocentes. Como era de esperar, Rusia también tiene la suya, conocida como Reina de Espadas, cuyo poder deriva de una ancestral leyenda que incluye macabros hechizos, muertes infantiles y muchos, pero muchos espejos.
Pensada como una secuela de Pikovaya dama. Chyornyy obryad (2015) -algo así como La Reina de Espadas: el oscuro rito, inédita aquí-, Reflejos siniestros reinventa esa leyenda sobre la base de las convenciones clásicas del cine de terror: caminatas por largos corredores, sótanos con signos de ritos macabros, espejos rotos, deseos que resultan maldiciones. Al nunca trascender ese punto de partida, la película se acomoda en esa meseta y en lugar de explorar los elementos autóctonos de esa mitología, de teñir a sus personajes con miedos auténticos, termina siguiendo al pie de la letra las recetas conocidas del terror universal.
Pese a esas limitaciones, la película dirigida por Aleksandr Domogarov resulta algo inquietante cuando se aparta de la estricta guía para lograr sobresaltos: lo mejor se halla en la relación entre los dos hermanos que terminan en el internado luego de la trágica muerte de su madre, en esa inevitable tensión entre amor y odio que aviva la certeza de la orfandad.