Refugiado

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Un filme de solidaridades

No solamente le tema de la violencia de género aflora en Refugiado, ya que la situación que enfrentarán Laura y su hijo Matías, a partir del abuso, es mucho más abarcativa.
Laura (otra magnífica composición de Julieta Díaz) no tolera más el maltrato de su pareja, Fabián, y un buen día decide marcharse de su hogar, junto con su pequeño hijo de 7 años, y otro que espera en su interior. A partir de ahí comenzará el peregrinaje por refugios, en busca de una salida, lejos del monoblock de Lugano. Laura no es la única que pierde y deja atrás su pasado. Matías abandona el colegio, los amigos, el barrio, y Diego Lerman se detiene en esos momentos como si fueran anécdotas, pero las desmenuza con un tratamiento dramático duro, profundo.

Son personajes en búsqueda, en una viaje que no esperaban realizar, y el espectador va hacia allí -hacia donde sea- con ellos.
El trabajo de cámara, mayormente en mano, y la iluminación de tonos oscuros, ocres, del director de fotografía habituado, avezado al documental, el polaco Wojciech Staron (es una coproducción, entre otros países, con Polonia), no hacen más que acercar, aproximarnos a los dos protagonistas. Porque por los ojos de Matías se ve, se siente todo lo que pasa.

Lerman no muestra la violencia, pero sí sus consecuencias.

Tampoco al marido maltratador. Todo lo que sabemos de él, es por referencias, o por su voz en el teléfono. Así, es más temible el personaje. El fuera de campo, lo que no se ve, genera una tensión insoslayable.

Como si la presencia del “Mal” estuviera allí, al acecho, aunque no esté en cuerpo, pero sí en el rostro de Laura. Fabián la acusa de tener en su vientre un hijo que no es suyo. Y la trama habla de una persecución por parte del marido, pero también de signos de solidaridad. Lerman construye el relato poniendo en estado claro la diversidad de conflictos, y cómo una madre, con suerte, puede salir adelante aunque las circunstancias le jueguen una y otra vez en contra.

Porque Refugiado no es un filme denuncia, ni se queda en ella nada más. Es una historia que parte de un abuso -el moral, el intelectual, el físico- para terminar hablando de las relaciones, de la solidaridad y del espíritu humano.

La acabada actuación de Sebastián Molinaro (Matías) tal vez contó con la ayuda de que la película se haya rodado cronológicamente, y el niño fue siguiendo paso a paso la historia. Como fuera, Refugiado se cimienta en Julieta Díaz y en Molinaro, pero no es sólo una película de actuaciones, sino que éstas están bien en servicio del relato. Lerman ha ganado en adultez, y su futuro sigue siendo portentoso.