Una madre, casi una supermadre, que trata de salvar a su hijo de su adicción. En este rol donde Julia Roberts se luce realmente, y conmueve con esa mujer que ama y teme a su hijo al mismo tiempo pero que tiene la determinación de seguirlo y rescatarlo contra toda lógica. El film de Peter Hedges, como director y guionista, con su hijo Lucas en el otro protagónico, le escapa a las películas lacrimógenas usuales del tema, y aunque melodramática, tiene giros de suspenso y persecución y algunas originalidades. Como esa madre que descubre que en la ciudad donde vive nunca imaginó lugares ni situaciones que la asustan y la ponen en una realidad desconocida. Pero a pesar de estar tan lejos de su mundo de confort, no quiere perder a su hijo, que sabe que está más cerca de la muerte por sus adicciones que por sus amigos mafiosos. Además de la muy buena química entre esa madre intensa de Roberts y ese hijo de Lucas Hedges (Ya tuvo otra madre memorable en “Tres anuncios para un crimen” con Frances McDormand) la película tiene cierto humor y le escapa al discurso de lo moral y lo políticamente correcto en materia de hijos o familiares adictos. La historia no se centra en bucear en los porqués del flagelo. Es una realidad y frente a eso los hechos se complican y ofrecen un suspenso que entretiene, en una larga noche de la cual no se tienen todas las certezas del destino final.