Amor, dolor, amnesia e injusticia
Zhang Yimou presenta una visión sobre la china maoísta, en su filme “Regreso a casa” (“Gui Lai”), nada disímil a lo ya conocido por la historia. Pero la diferencia reside en que ese universo dictatorial lo enfoca en los seres humanos que lo padecieron y qué conoce muy bien.
Zhang Yimou nació en Xian (China) en 1950, con motivo del estallido de la Revolución Cultural, tuvo que trabajar como pastor y peón en una fábrica textil. En 1982 se graduó en fotografía en el Instituto de Cine de Pekín y colaboró con Zhang Junchao en “Ocho y uno” y con Chen Kaige en “Tierra amarilla” (1984) y “El gran desfile” (1986). En 1987 debutó como director con “Sorgo Rojo”, Oso de Plata en el Festival de Berlín, y dirigió por primera vez a Gong Li, su actriz fetiche y esposa. “Semilla de crisantemo” (1990) le valió una nominación a los Oscar y la Espiga de Oro en la 35 Semana Internacional de Cine de Valladolid y, en la siguiente edición “La linterna roja” consiguió el Premio a la Mejor Fotografía en Valladolid y el León de Plata en el Festival de Venecia, certamen donde conquistaría el León de Oro gracias a “Qiu Ju, una mujer china” (1992). En 2008 dirigió las ceremonias de inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos de Pekín.
“Regreso a casa” es una historia de reencuentros y olvidos, pequeña en su estructura, pero grandiosa en su contenido, ambientada en la Revolución Cultural y en aquellos años de fanatismo despiadado. En ella se cuenta las vicisitudes del condenado político Lu Yanshi (Chen Daoming, uno de los actores chinos más talentosos de su generación), un intelectual, que escapa en un traslado de presos, que es nuevamente encarcelado y luego liberado al terminar la Revolución Cultural. Cuando regresa a su casa, descubre que su mujer sufre un particular tipo de amnesia – los recuerdos se enlazan en fragmentos de la realidad - ; no lo reconoce y continúa esperando el retorno de su esposo sin darse cuenta de que está a su lado.
El filme plantea varias problemáticas: la censura, el miedo, la delación a través de los amigos y familiares, en este caso: la hija Dan Dan (Zhang Huiwen, actriz-modelo-bailarina), la marginación, el abuso de poder y especialmente que nadie escapa al gran ojo inquisidor y qué el que tenía el poder en un momento, en otro también puede caer en desgracia.
Zhang Yimou, con “Regreso a casa”, retoma la esencia de sus primeros filmes de corte político e histórico, y especialmente en esta realización revela una vez más su enfoque crítico a los períodos oscuros de la historia de su país en el siglo XX. Como también la necesidad del gobierno comunista – que ha dado un fuerte viraje a su política para promover un dinámico desarrollo capitalista en este siglo- de olvidar el pasado, aunque no del todo. El régimen maquilló el rostro de sus millones de ciudadanos, pero debajo de él aún quedan cicatrices. El realizador muestra la contradicción entre un país que avanza, y que a su vez aspira y precisa que el pueblo cambie de mentalidad.
A través de su protagonista Feng WanYu, más envejecida por el sufrimiento que por la edad, el director realiza una paráfrasis de la contradicción entre gobierno y pueblo. Entre lo que éste desea y la amnesia provocada a todo un país por las purgas ideológicas. Wanyu, perdió la memoria, pero no del todo, su vida transcurre entre retazos de un pasado y fragmentos de su realidad actual. Wanyu es interpretada por una excelente Gong Li, quien preparó su rol reuniéndose con intelectuales que habían perdido la memoria, de quienes estudió su comportamiento, sus movimientos y forma de hablar.
“Regreso a casa” está adaptada de la novela “El criminal Lu Yanshi”, de la norteamericana Yan Geling, que por la intercontextualidad de su relato recuerda por momentos la pieza “Esperando a Godot” de Samuel Beckett y “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust.
Ese esperar y ese buscar en “Regreso a casa” nos muestra de manera poética el amor verdadero, incondicional, envuelto de tradición y simbolismo. Por otra parte, es una narración intimista, con silencios, tiempo detenido, y espacios de opresión (los lugares donde viven los protagonistas: las casas, el salón de baile, el cuartucho en la fábrica, un puente cuya puerta se abre y cierra con la llegada del tren).
Mediante sus personajes, Zhang Yimou, ejemplifica emociones contenidas, que confirman sentimientos puros e inquebrantables. Ella representa la cultura y la tradición. Un símbolo de ese antiguo mundo es la máquina de coser, instalada en un rincón, el piano desafinado en medio de un salón casi desvencijado, algunas flores secas y libros empolvados. Nada es casual para el realizador, todo el entorno tanto afuera como adentro es la metáfora de un país, el suyo. Como el puente que separa no sólo dos mundos, sino la realidad de pasado y presente y que además es distintivo de una cultura que se desvanece, de una identidad perdida.
Beckett utilizaba la interacción de sus personajes para simbolizar el tedio y la carencia de significado de la vida moderna, ambos temas fundamentales del existencialismo. Zhang Yimou recurre a este artilugio para focalizar la degradación del ser humano en manos de un sistema.
El crítico Vivian Mercier dijo de “Esperando a Godot: “nada ocurre, dos veces”, en efecto, la espera de Wanyu nunca es igual cada día 5 de cualquier mes, y nada ocurre para mejorar su situación. Y como diría Beckett: “La palabra es lo que tenemos”, y tanto la autora de la novela como el director del filme sostienen ese principio, al escribir de diferentes maneras y formas el nombre de Lu Yanshi
¿Por qué recuerda a “Esperando a Godot” el filme? Porque en él hay tres personajes desvalidos que intentan comunicarse a través de miradas y gestos que a veces no tienen ninguna intención sino que parecen instalarse en una vida ingenuamente absurda. Y al asomarse al vacío de su propia nada existencial los protagonistas caen en la angustia y la desesperanza. Wanyu, se pierde en su amnesia, Lu Yanshi, busca que su mujer recuerde y la hija Dan Dan que su madre la perdone por haber denunciado a su padre. Pero, además sintetiza un itinerario ideológico de una jovencita que comienza con el dogma y culmina en el desencanto.
La acción de “Regreso a casa” es lineal, casi estática, hasta teatral. Los silencios y los falsos movimientos son recurrentes, ya que la acción de la película consiste en esperar que pase la amnesia, en Godot, que éste llegue. Son los cambios de la conversación lo que permiten el movimiento escénico y la tensión dramática, que a su vez hace hincapié en el tiempo, que es circular. La no acción, como en Godot, es una acción. Los personajes son hacedores de su invalides y no hacedores de la misma, todos están paralizados: madre, padre, e hija. Están obligados a depender unos de otros y esto los convierte en esclavos de su imposibilidad.
La obra contiene el paradigma del pensamiento posmoderno a través de su ruptura con las convenciones en cuanto al lenguaje y la construcción dramática. El guión intenta dar cuenta de una nueva mirada sobre una realidad ya fijada por la historia. es un claro ejemplo de absurdo político. El filme se enfoca hacia la crítica social, política y humana, cuya crisis se percibe en todos los discursos ideológicos. Porque en cierto modo refleja la crisis de valores del hombre contemporáneo en cualquier punto del planeta.
“Regreso a casa” es un filme bellísimo, tierno, conmovedor, inquisidor, cuyos personajes nacen dotados de un estado civil, una familia y una profesión, y terminarán por ir perdiendo, de manera progresiva, todas las características de ser humano, para convertirse en extrañas criaturas, a medio camino entre el insecto y el fantasma.