Reivindicando el melodrama cursi
Zhang Yimou fue, con películas como Sorgo rojo (1987), Esposas y concubinas (1991), Qiu Ju, una mujer china (1992) o La reina de Shanghai (1995), uno de los artífices de la renovación del cine de su país con aquella Quinta Generación que sorprendió en esos tiempos al mundo entero. Esta película -un melodrama noble y premeditadamente ampuloso ambientado en los primeros años '70 de la infame Revolución Cultural- recupera la mejor versión de un realizador que parecía haberse refugiado para siempre en una producción a gran escala sin demasiado riesgo ni implicancias personales.
Luego de una etapa concentrada en épicas históricas con énfasis en las artes marciales y las escenas bélicas (La casa de las dagas voladoras, La maldición de la flor dorada), que resutaron tan bellas como impersonales, Zhang Yimou retomó el cine autoral de aspectos más sociopolíticos con Regreso a casa (Coming Home), film protagonizado por su actriz-fetiche Gong Li que de manera algo demorada y casi azarosa llega ahora a un par de salas argentinas.
Denostada tras su presentación en la sección oficial (fuera de competencia) del Festival de Cannes 2014 por un sector no menor de la crítica que la consideró cursi y vulgar, Regreso a casa encontró luego -con una mirada algo más atenta y distanciada- algunos defensores, entre los que me encuentro.
Regreso a casa, incluso con los lugares comunes del género (ay, ese pianito omnipresente), es un melodrama hecho y derecho: clásico, descarnado, visceral, de esos que no le temen a exponer los sentimientos. Puede que no sea heredera directa de un Nicholas Ray ni llegue a la contundencia de Los puentes de Madison, pero créanme que -si se vencen los prejuicios iniciales- hay chances ciertas de que hasta el más cínico de los espectadores pueda descubrir la esencia del film.
La historia arranca en la primera mitad de los años '70 con un prisionero político (Chen Daoming) que se escapa de la cárcel y regresa de incógnito a su ciudad. Su esposa (la siempre extraordinaria Gong Li) y su hija adolescente (una bailarina interpretada por Zhang Huiwen) son conminados por las autoridades comunistas a delatar a su familiar. Al poco tiempo, es detenido nuevamente. Tres años más tarde, con el fin de la Revolución Cultural (1976), el hombre es liberado pero al regresar al hogar descubre que su mujer sufre de una amnesia (parcial) y no lo reconoce en absoluto.
Las diversas tácticas que el protagonista (con la ayuda de la joven) irá utilizando para ingresar de a poco a la intimidad de la casa y estar el mayor tiempo posible con ella conforman el eje principal de un film que es, sí, poderoso y conmovedor en su exploración de la memoria, el dolor y la memoria. Los escépticos también deberían darle una oportunidad...