Siempre es difícil el retorno al hogar
El film registra los intentos de reconciliación entre Lu, quien estuvo veinte años en “rehabilitación” en China, su mujer amnésica y una joven hija a la que apenas conoce. El final erosiona de un golpe lo que la película había intentado construir pacientemente.
El sitio oficial de la cadena de salas Village, a su vez distribuidora del film en nuestro país, afirma que el género en el cual podría encuadrarse el último largometraje del chino Zhang Yimou es la “comedia romántica”. Nada más alejado de la realidad: en Regreso a casa no hay prácticamente momento alguno de humor y el romance brilla por su ausencia, al menos en el sentido que tradicionalmente se le adjudica a la palabra. Si hay algo romántico es su forma, cercana a una posible definición de melodrama. Y si de retornos se habla, la película es en sí misma una vuelta a las fuentes emocionales y políticas de la primera etapa de Yimou, uno de los máximos representantes de esa “quinta generación” de realizadores que, hace ya tres décadas, surgía en una China que dejaba atrás el período de la Gran Revolución Cultural Proletaria para comenzar lentamente su coqueteo con el capitalismo socialista. El Yimou de Sorgo rojo, Qiu Ju, una mujer china y Esposas y concubinas –ese artista oficial que, sin embargo, tuvo algún que otro problema con las autoridades censoras–, y que a partir de su exitoso film de artes marciales Héroe y de las nuevas reglas del mercado cinematográfico parecía haberse perdido para siempre en la jungla del wuxia de diseño digital y proyección global.Pausada e intimista –a pesar de su convulsionado trasfondo histórico–, Regreso a casa traslada una porción de la expansiva novela de Geling Yan (la autora de Las flores de la guerra), concentrándose en la última parte de ese relato, a partir del momento en el que su protagonista, Lu, regresa al hogar luego de una sentencia a veinte años de “rehabilitación”. El guión de Zou Jingzhi presenta a los personajes en una primera y extensa secuencia que se permite una moderada crítica a uno de los períodos más represivos de la China comunista, al tiempo que sienta las bases del tono melodramático de lo que está por venir en su clímax: el encuentro abortado entre Lu y su mujer Feng en una atiborrada estación de ferrocarril. Son los años de la Revolución Cultural, claro está, y el joven intelectual es enviado a un campo en Qinghai para su recuperación ideológica. Elipsis a mediados de los años 70: Lu vuelve para encontrarse con una joven hija que apenas conoce y una esposa que, amnesia mediante, no lo recuerda en absoluto. De allí en más, Regreso a casa registra los intentos de reconciliación luego de veinte años de ausencia, con la enfermedad de Feng transformada en conveniente alegoría.Pautada por los espacios cerrados de un departamento y un pequeño galpón que hace las veces de improvisado hogar para Lu, la cámara de Yimou (con un uso constante y algo errático del zoom) concentra toda su atención en los rostros de sus actores, Gong Li y Chen Daoming. Por cierto, Li es no sólo la ex pareja del realizador, sino la protagonista absoluta de casi todos sus primeros largometrajes y aquí –fuertemente maquillada para avejentar sus rasgos– interpreta otro papel de enorme potencia, tanto en sus momentos de explosión emocional como en aquellos otros, más frecuentes, de intensidad reprimida. El film logra destilar en su primera mitad la sensación de amargura, desazón y resignación de una generación condenada a la separación y la frustración personal ante los caprichos represivos del Estado, aunque para ello los personajes –más allá de las buenas performances del dúo central– se resignan a no superar el estado de meras cáscaras simbólicas, vehículos para la transición de esas ideas. La repetición de temas y situaciones hace que Regreso a casa circule luego en una espiral emocional que desemboca en una coda sensiblera y esencialmente pueril, que erosiona con un golpe de diseño de guión lo que había intentado escribir pacientemente con otra clase de argumentos.