De eso sí se habla
Manuel Puig cargó toda su vida con el estigma de un incomprendido. Adelantado a su época, se animó a trabajar temáticas que para ese entonces eran tabú. Lo hizo de modo despojado, con furia, y un lenguaje cercano, sentido.
Esos modos le sirvieron a los circuitos más cerrados y conservadores para poder refugiarse en ellos y rechazar su obra, mientras paralelamente lograba la consagración y era nominado al Nobel de literatura.
Puig, recordado por El beso de la mujer araña, es también el autor de otras dos obras célebres: La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas (llevada al cine por Leopoldo Torre Nilsson); las primeras que llevan su firma.
A ambas hay algo que las une. Transcurren en el mismo pueblo ficcional, y de algún modo resultan libremente autobiográficas. Ese pueblo se llama Coronel Vallejos, y le sirve a Carlos Castro como punto de partida para Regreso a Coronel Vallejos.
Puig retrata a Coronel Vallejos como un pueblo tradicionalista, conservador, cargado de prejuicios, capaz de unirse para rechazar a los habitantes que no responden a sus cánones, que esconde su tierra bajo la alfombra, y con mucho más claroscuros de los que se ven en la superficie.
Coronel Vallejos es un pueblo ficticio, pero General Villegas es uno bien real, y allí nació Puig.
Volveré y seré millones
La idea de Carlos Castro no es realizar una biopic, ni ficcional ni documental; no. Castro parte de un conocimiento de la obra de Puig y de su figura que atravesó su vida. En todo caso, para ese propósito habrá que recurrir a Vereda tropical.
A Castro le interesa hablar de Coronel Vallejos, de las realidades detrás de la ficción, y de lo influyente que puede ser el rechazo en la obra de un autor impulsado por el dolor.
Puig se sintió siempre marginado en General Villegas, nunca aceptaron su condición expresada abiertamente, y se lo hicieron saber de la peor manera. El único modo que encontró Puig para expresar esa sensación de rechazo en la gente que visitaba en su rutina, fue a través de su obra.
Cuando La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas se publicaron, la gente de General Villegas captó las evidentes analogías y salieron a responderle a Puig, desmintiendo todo lo que se decía en los textos… y expulsándolo del pueblo, condenándolo al exilio.
Castro regresa ahora a Villegas para descubrir, a su modo, cuánto hay de verdad y de mentira sobre Vallejos/Villegas. Lo que encuentra es aún más universal.
La mujer que era Puig
Patricia Bargero se había recibido de bibliotecaria y regresaba a General Villegas para casarse. En el auto llevaba el título y el vestido de novia. Pero sufrió un accidente que la discapacitó de por vida.
Probablemente, Puig no la hubiese escrito mejor. Sin embargo, Patricia existe, e irónicamente habita la casa que fue de Manuel Puig; no porque lo buscó: por simples coincidencias del destino. Ella ni conocía al autor.
Castro la visita a ella también, y la encuentra quiérase o no envuelta en un halo de Puig.
También recorre la historia de Villegas, sus vecinos, y observa que hay cosas que no cambian. Pero que quizás sea hora de que salgan a la luz. Regreso a Coronel Vallejosse destaca por una construcción cuidada que permite seguirla casi como una investigación detectivesca. Como si Castro se hubiese embebido en el espíritu de Puig, transita por esas historias de pueblo chico y lo ve todo con misterio y asombro, destapando sus miserias, luchando contra el ocultamiento.
Los admiradores de la obra del autor de Pubis Angelical, no se quedarán con un retrato de su figura, sino con una recreación vívida de sus textos. Lo sentirán allí, presente, empujando al director para descubrir la realidad de lo quiso decir. ¿La justa revancha?