Manuel Puig nació en General Villegas, un pueblo al noroeste de la provincia de Buenos Aires, del que partió siendo aún niño. Un pueblo donde la hipocresía era moneda corriente y que el escritor tan bien supo retratar en sus dos primeras novelas La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas. Coronel Vallejos fue el nombre que Puig usó para hablar de General Villegas, el pueblo que le declaró la guerra condenándolo a un exilio permanente.
En Regreso a Coronel Vallejos (2016) Carlos Castro no busca construir una biopic sobre el escritor argentino hacedor de obras como El beso de la mujer araña y nominado al Premio Nobel, sino que se propone entender la relación amor odio que unía a Puig con el pueblo que lo vio nacer. Donde aún hoy se lo recuerda como un niño solitario en un pueblo plagado de chismes. Un niño que prefería escuchar música clásica y que todas las tardes iba al cine con su madre. Un ser que se sentía el protagonista erróneo de un western fallido del que quería escapar.
Patricia Bargero es una bibliotecaria que quedó hemipléjica tras un accidente en auto cuando regresaba al pueblo para casarse. Volvía con el flamante título bajo el brazo y el vestido de novia en el baúl. Ahora vive en la que fue la casa del escritor y muchos la llaman “La viuda de Puig”. Patricia será el hilo conductor en el trazado de ese puente que busca volver a unir a Puig con Villegas.
Ajena a la obra del escritor local Bargero se encuentra con ella luego del accidente y nota cierta identificación con su vida, cierta oscuridad en sus personajes que no le resulta lejana. Así comenzará una suerte de campaña para demostrar que los planteos de Puig no son falsos, ni inventados, y que la hipocresía de la que hablaba en sus novelas aún sigue latente en el corazón del pueblo. Verse plasmados en el papel, dentro de una historia que los muestra desnudos, sin maquillaje, tal cual son, los deja demasiados expuestos a sus vulnerabilidades. Y eso es lo que molesta. Esa es la espina que llevan clavada en el corazón. Puig los puso frente a un espejo del que no quieren ver lo que refleja y ellos no lo perdonarán.
Oriundo de General Villegas, Castro no hace una película sobre el escritor, ni sobre sus habitantes, ni sobre el pueblo, ni siquiera sobre Patricia Bargero, sino que la trabaja como una paleta de colores con la que intenta pintar un cuadro en el que todos esos elementos conectados entre sí puedan resolver las diferentes hipótesis planteadas acerca del rechazo hacia el ciudadano más ilustre del lugar. Una película sobre la hipocresía.
"Mejor que no vuelva: ese será su peor castigo", decía un habitante del lugar en una nota en la revista Semana titulada “General Villegas no es como dice Puig". Y sí, nadie es profeta en su tierra..