Para contar figuradamente ciertas cositas ocurridas en General Villegas, Manuel Puig inventó el pueblo de Coronel Vallejos. Pequeña maldad del escritor, degradar a un general a la condición de coronel. Pero los villeguenses no se molestaron por ese detalle, sino porque reconocieron en sus páginas y no en actitudes edificantes- a maestras, señoras de su casa, señoritas "en edad de merecer", médicos toquetones y otras criaturas de la localidad.
Además, el libro hablaba capciosamente del héroe romántico de Villegas, un muchacho pintón que murió tuberculoso como el de "Boquitas pintadas". Por él suspiraban todas las mujeres, que durante años dejaron flores y mensajes junto a su tumba. ¿Qué quedó de todo aquello? Puig solo vivió allí su infancia y nunca más volvió. Tampoco lo invitaron. Ahora Carlos Castro, documentalista, y Patricia Bargero, bibliotecaria e investigadora, ambos nativos de Villegas, graban a quienes lo conocieron, o conocieron a sus "víctimas", revisan viejos diarios, reviven noticieros de 1938 y un micro de Felisa Pinto y Paternostro protagonizado por el propio Puig, y advierten cómo la gente fue evolucionando hasta aceptarlo ahora como un hijo del cual enorgullecerse. La patria chica del maestro Antonio Carrizo abre ahora sus brazos al réprobo (¿pero lo abrazará de veras?).
Buen trabajo, con recursos interesantes. Y lindo texto escrito por Bargero, cuya vida, ejemplo de superación marcado por un drama romántico, bien podría inspirar una novela.