Todas las semanas se estrenan documentales argentinos en la salas de nuestro país. La mayoría tiene una salida pequeña que, con suerte, tiene un estreno simultáneo en streaming. Es posible que imaginar a los espectadores yendo al cine a ver esta película sea algo voluntarista y alejado de la realidad. Pero esos documentales siguen llegando y muchos de ellos valen la pena, como es el caso de Regreso a Coronel Vallejos, dirigido por Carlos Castro.
Aunque no es una regla, los documentales cuyo centro no es el discurso político o militante suelen ser los mejores. Insisto, no es una regla, pero es como si al no hacer películas con una bajada de línea acartonada y solemne, los directores fueran capaces de conectar mejor con la historia que quieren contar y con sus personajes. Cinematográficamente suelen ser más interesantes, más entretenidos, más interesantes y, como ironía final, muchas veces pueden ser igualmente políticos. El problema no es el documental político, es el documental panfletario. El problema no es el cine documental, es el mal cine.
Regreso a Coronel Vallejos es un documental como muchos temas, con muchas historias. Es un documental sobre Manuel Puig, pero también es un documental sobre General Villegas, el nombre del pueblo en el cual se crió el escritor. En sus libros La traición de Rita Hayworth (1968) y Boquitas pintadas (1969), el libro fue inmortalizado con el nombre de Coronel Vallejos. La película es también un documental sobre los personajes reales que todos en el pueblo vieron retratados en los personajes de ficción. El estreno de Boquitas pintadas (1973) de Leopoldo Torre Nilsson no hizo más que multiplicar el revuelo que produjo en el lugar verse retratado por su ingrato hijo pródigo.
También el documental es sobre Patricia Bargeño, una bibliotecaria que luego de una tragedia personal se convirtió en admiradora y devota de Manuel Puig, a punto tal de ser llamada La viuda de Puig en el pueblo. Ella luchó para que el villano que había traicionado a los suyos se convirtiera en ciudadano ilustre y en objeto de estudio y admiración. En el siglo XXI es la cosa más natural del mundo que un pueblo admira a un escritor de semejante calidad, pero durante mucho tiempo esto no fue posible. Los motivos no eran solo por los textos de Puig, sino por su condición de homosexual, algo contrario a las ideas conservadores del lugar.
El film posee buen material de archivo, bien utilizado, incluyendo al propio Manuel Puig hablando sobre su obra. Un lujo que coloca a esta película por encima del promedio de los documentales argentinos, generalmente poco ricos en estos hallazgos. Tampoco se puede dejar de pensar en El ciudadano ilustre, la película de Cohn y Duprat, con Oscar Martinez en el rol de un escritor de mucho prestigio que vuelve a su pueblo para encontrar una superficie de admiración que tapa un odio profundo hacia quien los retrato con dureza en sus libros. La diferencia es que El ciudadano ilustre es ficción y por lo tanto puede cargar sus dardos con divertida ferocidad, en un documental hacer esto sería incorrecto y falto de ética, pero el realizador lo sabe y mantiene un exacto tono sobrio y respetuoso, pero sin ser complaciente.
Un escritor mundialmente famoso, una mujer que luchó por su correcta valoración mientras buscaba reinventarse a ella misma, un pueblo que se vio trastocado por haberse convertido en material de ficción, un montón de personajes ya muertos y otros que recuerdan lo que pasó. Mucho material interesante hay en Regreso a Coronel Vallejos. No hay espectador que no pueda sentirse atraído por alguno de los temas de este gran documental.