Al llevar a cabo la versión cinematográfica de un best seller literario en el que la historia transcurre a lo largo de varias décadas, generalmente los realizadores hacen uso y abuso de los flashbacks, salvo que, como en el caso de Julian Jarrold, se posea una extensa trayectoria en telefilms episódicos que le han dado el training necesario para desarrollar la trama en formato televisivo, de inserciones temporales reiteradas para situar al espectador en el momento en que transcurre determinada escena sin darle demasiados indicios de cómo se desenvolverá la situación.
Esta forma de trabajo, juega a favor de esta realización porque con la novela “Brideshead Revisited” de Evelyn Waugh el lector se ve obligado a retroceder en muchos de sus capítulos para encadenar las acciones siguientes, y por eso resulta acertado que para llevarla a la pantalla grande Andrew Davies y Jeremy Brock, los guionistas, eliminaran algunas situaciones y personajes superfluos en pos de lograr una narrativa cinematográfica más ágil.
La historia trata sobre la vida de Charles Ryder, un muchacho inglés de la clase plebeya de la primera mitad del siglo XX con un gran vacío en su vida familiar, que logra ingresar a la Universidad de Oxford y allí conoce y se deslumbra con Sebastián Flyte el transgresor, para esa época, hijo de Lord Marchmain, con quien tendrá una ambigua y prohibida relación. Sebastián, en un intento de provocación hacia su madre, lo llevará a su hogar familiar la Mansión Brideshead y Charles quedará impresionado por el romántico poderío de los aristócratas y también por Julia Flyte, la hija de los dueños de casa y hermana de su amigo. A la vez descubrirá las miserias de esa disfuncional familia con dinero y sangre azul. A lo largo de los años muchas veces retornará a la Mansión, ya sea para disfrutarla a pesar de su bajo status social, para ayudar a resolver conflictos familiares de los Flyte o para fortalecer su amor por la bella Julia y hasta volverá en una ocasión empujado por la guerra. Esa inmensa casona, casi un palacio, no será nunca su hogar pero sí su lugar recurrente, el símbolo de la vida a la que hubiera querido acceder por derecho de nacimiento.
El desarrollo cinematográfico tiene un ritmo adecuado como para que el espectador no se pierda en las múltiples situaciones, y sobre todo en el muestrario de sentimientos diversos y hasta contrapuestos que experimentan todos los personajes.
En el elenco destaca la actuación de Emma Thompson como Lady Marchmain, con sus tonos medidos con precisión para interpretar a la aristócrata que por su educación hace prevalecer el sistema sobre el amor. Se luce también el actor Ben Whishaw como Sebastián Flyte con una composición basada en el estereotipo de un homosexual pero sin desbordes, algo muy acertado para la época en la que transcurre la historia. El protagonista, Charles Ryder, es interpretado por Matthew Goode de manera correcta, pero faltándole, quizá, el cambio de expresión y reacción que los años imprimen en las personas.
Esta coproducción de EE.UU. y el Reino Unido del año 2008 tuvo un presupuesto de realización de veinte millones de euros.