Ultimas imágenes del paraíso perdido
Regreso a la mansión Brideshead adapta la novela de Evelyn Waugh con bellas imágenes y buenas actuaciones, aunque poco peso específico.
Quizás el mayor elogio que pueda hacerse a este Regreso a la mansión Brideshead es que no palidece frente a la legendaria versión de la BBC de 1981, aquella que cimentó la carrera de Jeremy Irons y que contó con nada menos que Laurence Olivier, John Gielgud y Claire Bloom en papeles centrales. Pero no palidecer no implica brillar con luz propia y, por toda su opulencia visual y refinada sensibilidad, no hay mucho corazón en esta versión cinematográfica del clásico de Evelyn Waugh, cuya apuesta se apoya casi exclusivamente en la belleza de sus imágenes y la decisión de hacer explícita la exacta naturaleza de la ambivalente relación que une al ambicioso Charles Ryder con los aristocráticos hermanos Flyte.
Convertido aquí en un civilizado triángulo amoroso -aunque la seducción que ejerce la imponente mansión del título merecía rediseñarlo como cuadrado-, el relato narra cómo el aprendiz de pintor es incorporado al decadente círculo de Sebastian (Ben Whishaw) en la universidad y, tímidamente al principio y desesperadamente al final, se convierte en parte irreemplazable de su existencia fuera de ella, tan enamorado de él y su hierática hermana Julia (Hayley Atwell) como de su glamoroso tren de vida. Su catolicismo ortodoxo convierte a los Flyte en rara avis incluso para la alta nobleza británica, especie en franca extinción para el período de entreguerras. Son, para Waugh, los últimos habitantes de un paraíso perdido exquisitamente recobrado aquí gracias a la dirección de arte de Thomas Brown, Lynne Huitson y Ben Munro y la pictórica fotografía de Jess Hall.
Ryder (Matthew Goode) es consciente de ser un intruso, pero es precisamente su ateísmo y "modernidad" los que lo convierten irónicamente en inmejorable guardián de Sebastian a instancias de su inclemente madre, Lady Marchmain (Emma Thompson, en un breve pero memorable papel). A partir de allí, con rienda suelta para desarrollar su obsesión por Brideshead y todo su contenido, material y humano, Regreso a la mansión... desanda el extenso flashback que encuadra el film con paso seguro y ameno, pero algo prosaico.
Es que ni las sensibles composiciones de su trío protagónico son capaces de convertir a sus habitantes en algo más que criaturas fantasmagóricas. En este proceso de actualización -por utilizar un cliché- hot (la especialidad de su guionista Andrew Davies desde aquella recordada adaptación de Orgullo y prejuicio ), la historia ha perdido buena parte de su complejidad psicológica (por no mencionar la teológica), esa que la ha hecho perdurar, en pos de una contundencia dramática que se consume tan rápido como la vela que cierra el film y sirve como apropiada metáfora del destino de sus personajes.