¿Podría ser que el cuco esté en la casa?
En la fauna de la cartelera local, se ha vuelto una práctica común lanzar películas de terror con un título en castellano que dista mucho del original, para disimular el hecho de que se trata de una secuela de un film que no tuvo estreno comercial en nuestras tierras. Este viene a ser el caso de Regreso del Infierno (The Pact 2, 2014).
De todas formas la condición de sucuela no es algo que pese sobre Regreso del Infierno al momento de verla, porque aquello que la une a su antecesora no tiene el más mínimo peso argumental ni dramático y es utilizado simplemente para anclar la nueva producción a la anterior, que sin ser una revelación tuvo una cálida recepción dentro del género. Pero desgraciadamente así no funcionan las cosas y los films no se vuelven mejores por asociación a otros, a pesar de que muchos ansíen de esa forma atraer a las salas a algún que otro despistado.
A todo esto, la trama gira en torno a June Abbott (Camilla Luddington), una ilustradora que se gana la vida limpiando sangrientas escenas de crimen hasta que comienza a tener extraños sueños y alucinaciones, al mismo tiempo que se entera que su madre biológica fue asesinada hace años por un antiguo asesino serial llamado Judas. Sus sueños continuan y parecen estar relacionados con el difunto asesino, mientras casualmente más gente comienza a morir a manos de lo que podría ser un imitador del asesino serial.
Y es en este momento cuando la trama criminalística/policial empieza a acaparar la historia por sobre todo lo relacionado con el Terror propiamente dicho, se trazan lineas argumentales que unen débilmente la secuela con la obra original, el sospechoso que parece recontra sospechoso no lo es y cuando nos queremos dar cuenta estamos en presencia de un whodunnit (sub-género de misterio que gira en torno de quien es el asesino) que intenta sorprendernos con un giro argumental que no se sostiene ni se construye desde ningún lugar y parece metido en el baile sólo para asombrar, de forma ineficiente claro está.
La frutilla del postre para un final anti-climático que no suma nada a la historia llega con una suerte de final abierto, una coda dónde la dupla de directores Dallas Richard Hallam y Patrick Horvath -con antecedentes casi nulos en la posición- se tiran el lance de ver si por una de esas casualidades alguien sale medianamente satisfecho después de ver Regreso del Infierno y eso ayuda a que algún ejecutivo trasnochado ponga el gancho y conceda luz verde para una tercera parte, cuyo nombre castellanizado será seguramente para nuestro país un enigma mucho más grande que la identidad del asesino serial más terrorífico en el cual podamos pensar.