Un estreno absurdo
Regreso del infierno puede ser la última película que alguien vea antes de fin de año. Pobre ser que seguramente ya perdió sus ganas de mirar fútbol con el torneo de 30 equipos: ahora perderá sus ganas de ver películas de terror. Este film de Dallas Richard Hallam y Patrick Horvath es, en rigor, la segunda parte de El pacto, de Nicholas McCarthy, una película del 2012 que en Argentina se estrenó este mismo año. Por alguna razón los genios encargados de la distribución dieron por buena la posibilidad de estrenarlas el mismo año y además ponerle a la segunda un título que de ninguna manera las vincule, imagino que para que la gente no sienta la necesidad de ver la primera antes, un engaño barato que era posible -y hasta viable- en los días inocentes del videoclub, pero que ahora suena a innecesaria pelotudez. La lista de absurdos que merodea la distribución de estas películas es bastante larga.
Encima, Regreso del infierno es la clásica película pecho frío, tibia e indecisa. Hallam y Horvath toman el manual enumerado en Scream 2 para las secuelas de terror, y lo desarrollan como si estuvieran empujando la historia desde atrás sin gracia, ritmo o garra. Es decir, como si estuvieran persiguiendo una resolución que nunca llega y que se termina chocando con un final que no puede disimular ser una auténtica pavada. Porque más allá de algún momento de tensión logrado, Regreso al infierno se ahoga en su propia inconsistencia.
El pacto original intentaba amalgamar, sin buenos resultados, dos subgéneros más o menos definidos dentro del género de terror: era una de asesinos seriales con temática sobrenatural. Es decir, concretamente, había un fantasma que intentaba salvar a la protagonista de un asesino serial. Regreso del infierno es más de lo mismo, sólo que le agrega una inconsistente trama policial, más la búsqueda de la propia identidad por parte de la protagonista y además, se sugieren una cantidad de posibilidades y misterios a resolver demasiado improbables. Sin contar con las forzadas referencias a la primera parte (personajes incluidos), porque a diferencia de quienes distribuyen esta cosa, a quienes la hicieron sí les importa que el espectador vincule ambas historias.
Las películas de terror siguen siendo muy redituables, sencillamente porque la gente va a las salas a verlas. Además, en muchos casos, son baratas de producir y no necesitan demasiada publicidad para tener al menos un éxito moderado. Esta puede ser una explicación para que se hayan estrenado en 2014 tanto El pacto como Regreso del infierno, películas baratas formateadas para el consumo hogareño que no suman ningún atributo en la pantalla grande. Por último, digamos que la sobreexplotación del género y la falta de buenos directores interesados hacen que cada vez tengamos menos películas de terror realmente buenas. El terror ha dejado de ser mainstream y eso se nota.