A esta altura es ocioso hablar mal de las películas de Eliseo Subiela; a la larga se vuelven simpáticas. Aquí cuenta el amor de un cincuentón intelectual por una treintañera, la búsqueda de una pasión (física: para Subiela el amor solo puede ser físico) y la locura de la mujer. Lo que podría ser un melodrama digno pierde -y ese es el defecto Subiela- por exceso de explicación, por la necesidad de adosar la palabra a cada episodio, por no creer en la poesía intrínseca del realismo. Siempre una pena.