Continuidad e intervalo
Hace tiempo que Eliseo Subiela no hace una película redonda en lo que a planteo narrativo y conceptual se refiere. Culpa del guión; de la pretenciosidad; de la literalidad a la hora de crear metáforas o alegorías, vaya a saber uno dónde está el error que no lo puede encontrar. Cabe preguntarse si a esta altura del cine argentino de las últimas dos décadas se puede hacer referencia a los desaparecidos o a las épocas de los años de plomo sin resultar obvio o reiterativo. En Rehén de ilusiones pareciera que no o por lo menos no basta con la picardía del chiste fácil o la solemnidad cuando se trata de hablar de temas graves.
La protagonista de la historia es Laura Quiroga (Romina Ricci), hija de un militar retirado (Atilio Pozzobón), que luego de la llegada de la democracia representa lo que en la jerga se conoce como mano de obra desocupada y en el presente trabaja de vigilador para una empresa de seguridad. Laura encuentra la excusa perfecta para un encuentro con Pablo Dafonte (Daniel Fanego), a la sazón escritor famoso en etapa de bloqueo creativo, casado hace 25 años con una curadora de arte (Mónica Gonzaga), que se vuelve a enamorar al verse en los ojos de Laura y de esa juventud que le devuelve las ganas de tener sexo, proyectar un futuro y escribir una nueva novela.
Subiela se encarga rápidamente de crear los climas para el erotismo explotando la belleza de Ricci y su fotogenia pero le agrega a ese personaje una cuota de locura interior que la vuelve tan estereotípica como los otros personajes que la circundan y el relato asume un lugar incómodo al querer volcar una serie de elementos para abordar algunos tópicos subielanos como el tiempo, la muerte, el recuerdo, el olvido y el amor.
Que Ricci o mejor dicho su personaje viva frente al cuartel militar y despotrique cada vez que escucha la marcha y las fanfarrias siendo hija de un militar que la quiere hacer pasar por loca es demasiado esquemático y obvio para dar pie a la subtrama que recupera la idea de que la persona que amas puede desaparecer.
Utilizar una voz en off declamativa en un escritor que ha encontrado su musa en una ex alumna después de 10 años o que se ve acosado por personajes que llaman a su puerta durante su silencio frente a la hoja en blanco de la computadora también es demasiado para soportar.
En el film aparece una idea mal desarrollada que tiene que ver con la continuidad y el intervalo o las grietas que se encuentran entre los espacios pensando al cine como esa ilusión de movimiento. Con el film de Eliseo Subiela pasaría algo similar: en la continuidad de su trayectoria cinematográfica quedan esos infinitos intervalos donde se depositaban miradas interesantes que lamentablemente desde hace un largo tiempo hasta ahora se han materializado en la ilusión de ver un buen cine argentino.