Te amaré desde la locura
La historia de esta nueva película de Eliseo Subiela es en realidad muy simple: Pablo (Daniel Fanego) es un conocido y premiado escritor en plena crisis de creatividad. Está casado con la dueña de una galería de arte (Mónica Gonzaga), y por el momento no tiene ninguna idea para su nueva novela. De pronto se cruza en su camino Laura (Romina Ricci), una ex alumna de la Facultad unos veinte años menor, que está, desde aquella época, enamorada de él.
Así comienza el romance, con encuentros en el estudio de él, y luego en el departamento de ella, hasta que la conducta de Laura empieza a mostrar rasgos de locura.
Las insolvencias del guión son muchas. Por un lado, el filme parece querer encarar el tema del amor en los hombres mayores, el renacer de un tipo de sentimiento que se cree perdido para siempre (sí, solo los hombres, “a las mujeres a esa edad les gusta ser abuelas”), pero todo queda en una charla de café y alguna reflexión en off.
Por otro lado, el desequilibrio de Laura tiene que ver con la época de la última dictadura en nuestro país. Por las dudas, vive justo frente a un cuartel donde se tocan marchas varias durante todo el día. El tratamiento del tema es tan vacío como resulta caprichosa su inclusión dentro de la película. El comportamiento de Laura podría haber tenido otras explicaciones, y ésta es la más forzada, como si hubiera que meter el tema a como dé lugar. Este es un punto común a gran parte del cine argentino, que parece no poder ser inmune al tema. En algunos casos es un compromiso voluntario, pero en otros, como en éste, se incluye sin verdadero interés, tal vez sólo por cumplir con lo que se supone correcto.
La relación de Pablo con su mujer, las sospechas de la infidelidad de ella, la razón de la obsesión de Laura por Pablo desde sus años de estudiante, todo queda en líneas argumentales apenas desarrolladas.
En cuanto a lo técnico, la fotografía es muy buena, aunque hay pocos escenarios, casi todos cerrados o grises; en los exteriores, mucha lluvia, elementos que resultan en una atmósfera de bastante opresión. Sin embargo, hay un exceso de fundidos a negro, que terminan por resultar repetitivos.
La película no logra hacer anclaje y desarrollar ninguna temática en particular, y eso hace que al espectador le resulte difícil compenetrarse con la historia. Daniel Fanego está muy bien en su papel, pero no alcanza para remontar los defectos de un guión que hace tanta agua como la que se ve en el filme.