Poesía y economía en un film revelador
En el inicio de Réimon se enumeran, en una serie de placas, las condiciones de producción de la película. Filmado con apenas 34 mil dólares y el esfuerzo de un equipo pequeño, pero muy rendidor, el último largometraje hasta la fecha del director de El custodio y Un mundo misterioso arranca con tono documental, siguiendo la vida cotidiana de una empleada doméstica del conurbano bonaerense, y vira luego hacia la ficción para acompañarla en su trabajo en la ciudad, la limpieza de algunos departamentos de gente de clase acomodada con la que tiene un contacto cortés y limitado. Sin embargo, Moreno captura con enorme precisión el significado de esos encuentros frugales; cifra en cada gesto, por pequeño sea, el peso de la clase social en las relaciones entre los personajes. Mientras Ramona -rebautizada en su lugar de trabajo como "Réimon", una de las señales del humor de una película seria, pero prudentemente alejada de la solemnidad- elimina el polvo de estantes llenos de libros y discos, lava la vajilla, pasa la aspiradora y le saca brillo a vidrios y azulejos, los propietarios que le pagan por esa labor leen en voz alta y analizan El capital, de Marx, escuchan vinilos -en la actualidad, un consumo menos anacrónico que chic- o directamente no están.
Económica en más de un sentido, la película clarifica la distancia entre esos dos mundos apelando al detalle más que al subrayado: basta, por caso, con registrar la dieta de Ramona y la de sus empleadores para mensurarla. Pero Moreno no agota ahí su búsqueda, más orientada por el afán investigativo que por la pretensión didáctica. Al mismo tiempo que tematiza las diferencias de clase sin declamar, encuentra poesía visual en la vida corriente, sin caer en tentaciones esteticistas. Y construye un epílogo cinematográficamente muy inspirado que, apoyado por el Preludio a la siesta de un fauno, notable poema sinfónico para orquesta de Claude Debussy, realza la belleza y el misterio de su silenciosa protagonista.