Reimon

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Teoría y práctica

Pese a la original presentación en la que, detalladamente, Rodrigo Moreno exhibe en números el costo total -34 mil dólares- y la cantidad de horas hombre que llevó la realización de esta película en consonancia con la premisa de exponer las contradicciones de la prédica marxista en la realidad laboral de una empleada doméstica, Ramona, apodada por sus empleadores: Réimon, el tercer largometraje del director de El Custodio -2006- se queda estancado en la superficie, porque no se despoja de pre conceptos sobre la lucha de clases ni tampoco evita el atajo del contraste como herramienta para comunicar sus ideas.

Aquí los representantes de la clase media alta son unos estudiantes, habitantes casi fantasmagóricos de un piso en una zona geográfica muy referencial de esa clase social, quienes intentan comprender algunos conceptos absolutos del libro El capital. Ramona llega a ese espacio intelectual para hacer su trabajo y nada más ni nada menos que eso, la limpieza de dormitorios atestados de objetos, ordenar un desorden propio de la desaprensión de los dueños del piso, que de vez en cuando, toman contacto con la realidad -que no está en los libros de Marx- al interesarse por la vida cotidiana de Ramona. A veces, le donan aquella ropa en desuso en buen estado para que reparta con los suyos y todos esos gestos que para el realizador y su operativo de contraste habilitan el maniqueísmo entre ricos y pobres, elemento que sirve, además, para dejar en evidencia la dialéctica entre la idea de teoría y práctica.

Al igual que con El custodio -2006-, el director de Un mundo misterioso -2011-, opta por seguir a su personaje Ramona con su cámara, pero mucho más visible en esta ocasión que Julio Chavez, en su opera prima, acompañarla en sus viajes de un mundo al otro y en la soledad de los tiempos muertos. Cuando irrumpe el ocio en la intimidad de esos dos escenarios pareciera que a las realidades las atraviesa una equidad espontánea y poco duradera una vez que lo cotidiano avanza y todo vuelve a ser lo mismo con la rutina y la falta de horizonte, tanto de un lado como del otro.

Réimon, sin lugar a dudas y más allá de sus intenciones estéticas o su mirada política, es un film que abre la polémica sobre los modos de representación, pero más aún si se trata de un origen burgués. Pone al espectador en un lugar incómodo, de la misma manera que hace pocos días La Patota -2015-, de Santiago Mitre, básicamente por exponer las deformaciones de la mirada cuando penetra la ideología. Si la idea de Rodrigo Moreno implica, por ejemplo, construir desde una anécdota las condiciones para reflexionar sobre los maniqueísmos a la hora de representar el choque de clases sociales, la poca sutileza del convite deja abierta la duda, así como esa presentación de aparente transparencia de un presupuesto de cine independiente, apunte que a esta altura alimenta la idea provocativa más que analítica.