Una historia de vida
Rodrigo Moreno acompaña con su cámara el desempeño de una empleada doméstica, y la relación con sus empleadores, debatiendo sobre las diferencias de clases y la explotación.
Cuando arranca la proyección de Réimon, el espectador se encuentra con unos carteles sobreimpresos en los que el director, Rodrigo Moreno, cuenta la manera en que financió éste, su nuevo largometraje. Sin plata del INCAA, con aportes extranjeros y la cesión de las cámaras de la Universidad del Cine, de donde se graduó y es docente, parece una toma de posición sobre cómo realizar cine independiente en nuestro país. Y el estreno de su película, en la Sala Lugones, cierra bastante bien el ciclo.
Réimon es como llaman a Ramona, la empleada doméstica que trabaja por horas en distintas casas. La diferencia de clases es evidente.
Ramona realiza todos los días un viaje desgastador. Se la pasa consustanciada con su trabajo. No se queja. Limpia en casas de gente adinerada, y algunos dueños de casa leen, discuten y debaten El capital, de Carlos Marx.
Si lo del inicio era una toma de posiciones, la contraposición entre lo que leen los jóvenes y el trabajo de Ramona es más que una simple anécdota dentro del contexto de la película.
Moreno, que codirigió Mala época y El descanso, y se largó a la realización en solitario con ese gran filme que fue El custodio y siguió con Un mundo misterioso, más que analizar cómo es la vida y las relaciones que va trabando Ramona con su entorno, elige acompañarla.
El origen del filme es sencillamente ése: Moreno desechó la idea de hacer una ficción sobre una empleada doméstica hace unos años, y cuando empezó a entrevistar a otras, conoció a Marcela Dias. Y se largó a filmar, él sólo con dos ayudantes. Ese fue el equipo técnico de Réimon.
La conciencia de la burguesía y la explotación social es también, decíamos, uno de los temas que aborda el filme. Lo hace sin subrayados, ni tono declamatorio. Acá el Alí está.
Moreno acompaña a Marcela, pero no se entromete en su vida. La película, que demandó más de un año entre rodajes acotados y la posproducción, tiene esa combinación de aspecto documental con algo de ficción (las lecturas de Marx). Podría denominarse como un documental de observación, en el sentido en que plantea los encuentros entre las clases sociales, en las que una mirada, un gesto, hacen la diferencia.