La lucha de cada día
Reina de corazones es un documental urgente (a pesar de haberse hecho hace tres años) porque la complejidad de los problemas que vive a diario la comunidad trans no es algo que está suturado con la Ley de Identidad de Género o con la mínima apertura de la sociedad en lo cotidiano. Es así que en el comienzo de la película se escuchan las palabras del ya fallecido Monseñor Quarracino sobre los homesexuales, las travestis y demás minorías que no representan la “heteronormalidad”, y a pesar de todo esas palabras todavía tienen una reverberación hoy en el final de la segunda década del siglo XXI. Si bien un sacerdote podía ironizar con absoluta libertad en la televisión pública sobre cómo había que enviar a un isla a todas esas “personas” para que tuvieran su propio Estado, hoy las voces de esas minorías atacadas se erigen en primer plano porque las condiciones dadas para un cambio se presentan y sobre esto no hay marcha atrás. La lucha trans es colectiva, por eso no resulta sorpresiva la existencia de la Cooperativa Ar/TV Trans que es nada menos que una compañía teatral; dirigida y compuesta por mujeres trans y travestis. La disquisición de ambas etiquetas es uno de los temas que trata el documental sin querer ofrecer un corte didáctico, más bien la idea es mostrar que las distinciones son antes que nada creación del afuera y no una definición fundamentada. Cooperativa Ar/TV Trans está dirigida por Daniela Ruiz, quien como todas las chicas tiene otro trabajo; un eje que atraviesa todo el metraje porque si para algunas es algo que está fuera de la órbita de los problemas diarios, para la mayoría es una cuestión omnipresente por la falta de posibilidades debido a factores sociales (el presente ineludible de la situación argentina), pero más que nada por la transfobia reinante.
No solo de los temas más urgentes se nutre Reina de corazones; también se presentan las particularidades de sus personajes, desde situaciones hilarantes hasta los sueños más personales, que están atravesados también por las diferencias generacionales de cada una. No es lo mismo lo vívido por una trans que lidió con la necesidad de cambiar su aspecto físico en la década del 80 que otra que lo hizo en los 90 o en los 2000. Bajo una estructura coral, el documental se extiende a tantos personajes que las diferencias permiten mostrar que, inlcuso bajo esa idea medieval de Quarracino, es imposible pensar la problemática trans como una uniformidad dentro de criterios; sería tan irriosorio como esbozar que todos los hombres o todas las mujeres son iguales o que responden a un patrón de conducta o de gustos. Por tal motivo es que un documental de estas características, que puede parecer básico en algunos de sus pasajes, es necesario para comprender aquellas cuestiones que se creen sabidas, o entendidas en el peor de los casos. El contexto de cada una también presenta una recurrencia que es la de cómo la familia acepta o lidia con el cambio, allí también encontramos singularidades. Así como hay que salir de la “heteronormalidad”, es preciso salir de las fronteras de Buenos Aires y pensar en el grado de tolerancia existente en provincias que bordean lo feudal en sus acciones, incluyendo no solo a sus dirigentes sino también a sus sociedades.
Sin sorprender en sus formas y modos, la película de Bergandi se ocupa de los grandes temas pero además imprime un humor (virtud de sus protagonistas) propio de la autoconciencia que marida positivamente, lo que se puede pensar como consecuencia de una investigación pertinente dado lo que significa la lucha de este colectivo, un colectivo paradójicamente especial y extraordinario por la composición de sus integrantes. La sensibilidad de su director hace de este muestrario un interesante recorte para pensar, sentir y, por qué no, ponerse en los zapatos de estas chicas al menos por una hora y unos minutos.