Disney produjo y lanza esta película basada en la historia real de una jugadora de ajedrez ugandesa dirigida por la realizadora de Salaam Bombay!, Mississippi Masala y La boda.
No hay una razón muy clara para explicar por qué el cine puede interesarse en un deporte eminentemente mental como el ajedrez. Quizás porque el arquetipo de jugador solitario y misántropo permita tematizar cuestiones como la obsesión y la locura, además del temple y la perseverancia que subyace en toda película sobre una competencia. En Reina de Katwe el “juego ciencia” importa poco aun cuando ocupe el centro del relato: lo que en realidad interesa aquí es la superación y el carácter inspiracional, dos de los pilares fundamentales de la filmografía del estudio Disney.
Basado en el libro de La princesa de Katwe, del norteamericano Tim Crothers, el film de Mira Nair narra la historia real, con las consabidas licencias del caso, de Phiona Mutesi, una jovencita nacida en uno de los barrios marginales de Uganda –que es lo mismo que decir en la parte más pobre de un país de por sí pobre– que encontró en el arte de mover peones, caballos y alfiles un camino para convertirse en uno de los máximos referentes de su país.
Reina de Katwe desanda los caminos habituales en este tipo de relatos, desde la llegada de Phiona al ajedrez y la constante superación de adversidades, pasando por un maestro/tutor noble y bondadoso hasta la resistencia de la madre y el paulatino ascenso en los peldaños rumbo al éxito, todo con el habitual profesionalismo narrativo y técnico del cine norteamericano.
Lo más parecido a algo original hay que buscarlo en una puesta en escena que no estiliza la pobreza, sino que la vuelve cruda y auténticamente pestilente. Reina de Katwe es, entonces, un film convencional, autoconcientemente afincando en su carácter inspirador, que entretiene con dignidad y sin demasiados sobresaltos. No es mucho, pero para sacudir la modorra pos-Navidad es suficiente.