Conmovedora sin llegar al golpe bajo, con actuaciones estelares y un bello estilo visual.
La compañía del ratón Mickey no es solo una enorme generadora de películas de animación y tanques de taquilla del calibre de Star Wars y la factoría Marvel. También puede hacer grandes films de drama live-action, algunos más exitosos que otros, que a veces terminan apelando a lugares comunes, clichés y golpes bajos para lograr una respuesta emocional en el espectador. La historia de vida de Phiona Mutesi, la campeona de ajedrez más joven de la historia de Uganda, parecía ideal para ser producida por Disney, así que en 2012 se hizo con los derechos de su libro biográfico The Queen of Katwe: A Story of Life, Chess, and One Extraordinary Girl’s Dream of Becoming a Grandmaster escrito por Tim Crothers y comenzó a trabajar en una adaptación.
La vida de Phiona (Madina Nalwanga) no fue nada fácil, como la de cualquier niño apenas alfabetizado que se cría en las calles de Katwe, uno de los barrios más bajos y precarios de la ciudad de Kampala, Uganda. Phiona y sus hermanos deben ayudar a su madre Harriet (Lupita Nyong’o) a vender maíz para poder llevar dinero a su casa y sobrevivir día a día. Un día Phiona sigue a su hermano Brian (Martin Kabanza) a una iglesia precaria donde los niños de Katwe aprenden a jugar al ajedrez y pueden llenarse la panza con un poco de porridge.
Robert Katende (David Oyelowo) es el hombre detrás de esta iniciativa, un ingeniero y ex-futbolista que trabaja como misionero sacando a los niños de la calle y educándolos a través del deporte. Una vez que Phiona se integra al grupo de “Los Pioneros” y aprende las reglas del juego, se hace evidente que la chica es un verdadero prodigio para el ajedrez. Phiona tiene un don natural, logra vencer a jugadores mucho más experimentados, pudiendo visualizar muchas jugadas antes de que sucedan y al poco tiempo logra clasificar para campeonatos locales y nacionales. Más tarde ya compite en certámenes internacionales representando a su país.
A medida que los éxitos se acumulan, la obsesión de Phiona es obtener el título de Gran Maestra –galardón que se le entrega a la realeza del mundo del ajedrez como Bobby Fisher y Anatoly Kárpov, entre otros–. Su madre ve con malos ojos que su hija dedique tanto tiempo de su vida al ajedrez, ya que deja de lado sus deberes y responsabilidades en su casa y tras cada viaje al exterior donde conoce el lujo y las comodidades, cada vez es más difícil para ella regresar a su vida de pobreza y necesidades.
En manos inexpertas, Reina de Katwe habría sido una biopic de manual llena de golpes bajos y sentimentalismo barato. Por suerte la película fue dirigida por una realizadora talentosa como Mira Nair (Vanity Fair, 2004) que esquivó clichés y fórmulas mediocres para entregar una película muy bien lograda. A pesar de haber pasado por el filtro “Disneyficador”, el film no le escapa a mostrar la cruda realidad de la pobreza Africana. El elegante diseño de producción sumado a una bella fotografía crea escenas con mucho detalle que explotan de color en la pantalla. En Reina de Katwe nada está librado al azar: desde los sets, pasando por el diseño de vestuario, los escenarios naturales, las calles abarrotadas de gente, la música. Cada elemento pensado como una pincelada individual que arma una imagen de la cultura de África y el modo de vida de su gente.
Demás está decir que la película cuenta con grandes actores que dan lo mejor de sí. La oscarizada Lupita Nyong’o (12 Years a Slave, 2013) interpreta a una madre viuda y luchadora que se esfuerza por darle lo mejor a sus hijos. David Oyelowo (Selma, 2015) encarna a un simpático y bondadoso coach de ajedrez con el que todos querrían jugar una partida. La debutante Madina Nalwanga sorprende al ponerse al hombro el papel protagónico y no desentonar con sus compañeros de elenco. En su primer trabajo como actriz, a la adolescente de 16 años –quien al igual que Phiona, viene de una familia muy humilde– no le pesa el protagónico y se complementa perfecto con Oyelowo y Nyong’o.
Reina de Katwe tiene un mensaje de auto superación y aprendizaje que podría haber caído en el facilismo del cliché sensiblero, los golpes bajos y el lugar común, pero termina siendo una producción de calidad que apunta a algo más. Un film que invita a buscar ese talento especial que te distingue de los demás y utilizarlo como trampolín para perseguir tus sueños. En la vida como en el ajedrez, si un simple peón llega al final del tablero puede transformarse en la pieza más poderosa.