Una exótica poética de lo cotidiano
En este galardonado film, su realizadora retrata pequeñas historias captadas en sus gestos más íntimos. Enfoques singulares para poner en discusión el concepto de la estética del documental con movimientos circulares en progresión.
Merecedora del premio al "mejor guión" en el Festival de Venecia del año pasado, la realización de esta directora nacida en abril de 1954, en Teherán, presentada luego de haber dado a conocer más de quince films, nos permite acercarnos a toda una serie de microhistorias conectadas entre sí, que colocan el ojo de la cámara, la noción de encuadre y la proyección crítica y social del quehacer cinematográfico en un plano muy relevante, que pone en discusión el concepto de la estética del documental tal como el cine occidental lo ha establecido.
A la manera de breves relatos que se van presentando mediante enlaces de manera continua, tal como lo tenemos presente en el film de Max Ophuls de 1950, La ronda, el film que hoy comentamos se posiciona como un registro de hechos cotidianos que van formando una particular trama, un amplio retazo de variadas temáticas, que se articulan desde ciertos personajes que van cediendo lugar a otros. Un movimiento circular en progresión es el diseño que el film parece ofrecernos, que desde la dinámica orquesta diferentes ritmos. Su directora elige un juego de alternancias, lo que le otorga al film un marcado verosímil naturalista.
Así, estos relatos si bien tienen la marca de una cultura, los rasgos identificables de una comunidad, en ese pendular entre la tradición y los nuevos tiempos, igualmente las problemáticas que se abordan no son privativas de ellas. Por el contrario, estas pequeñas capturas en la cotidianeidad anclan en el espacio de lo universal: sin dejar de lado lo singular de su realizadora y de otros rasgos que reconocemos a partir de tener presentes otros films de origen iraní.
Al hablar de cine iraní recordemos que en nuestro país, un primer gran capítulo se abre a fines de los años noventa con el estreno de El sabor de la cereza, de Abbas Kiarostami, de quien ya se habían dado a conocer algunos de sus films en espacios alternativos, de cineclubismo. Y posteriormente, en diferentes momentos no sólo se estrenaron en salas comerciales obras de este director (las últimas en conocerse fueron Copia certificada y Like someone in love); sino, además, entre tantas otras, Niños del cielo, La manzana, El espejo, El color del paraíso, El globo blanco y recientemente, en estos dos últimos años, dos memorables films de Ashgar Farhadi, Una separación y El pasado.
Pero, estimo, que es con Jafer Panahi con quien esta realizadora, Rakhshan Bani-Etemad, comparte sus elecciones estéticas, su modo de abordar el concepto y llevarlo a la pantalla. Y de este director traemos a la memoria films que asumen una mirada crítica sobre la censura en el campo del arte y sobre la opresión femenina. Particularmente, considero que tanto El círculo como Esto no es un film, ambas de Panahi, abordan en formato largometraje lo que aquí se presenta de manera episódica. Y entre otros temas de estas identificables historias, están ahora aquí presentes la cuestión de la droga, la desocupación y la burocracia, la violencia de género, la sumisión y los reclamos.
Destacado film que nos pide a nosotros, espectadores, una mirada atenta y sostenida para estos relatos que llevan nuestra mirada a los expresivos rostros de sus personajes, quienes en parte nos recuerdan a cortometrajes del mismo Abbas Kiarostami. Su modo de narrar abre espacio a lo sugerido, a lo que se debe reconstruir, al llamado fuera de campo. De esta manera, se nos pide en tanto espectadores participar desde lo ausente, corrernos del lugar de un mero observador apoltronado en su butaca y tomar parte, involucrarse en lo que el film propone.
Presentada en numerosas muestras y festivales internacionales, el reconocimiento a este film en Venecia, cuyo jurado estaba integrado por el actor Tim Roth, los directores Elia Suleiman y Carlo Verdone, el compositor Alexandre Desplat, entre otros, ha permitido que el mismo haya podido ingresar en la cartelera de numerosos países. De esta manera, podemos verificar que la suerte y el probable periplo de un nuevo film, de una cinematografía alejada de la esfera del cine industrial, en la mayoría de las veces, depende de su aceptación o no en el espacio de los más reconocidos festivales.