La Historia Oficial (1985) es un hito de la cinematografía argentina. No sólo fue la primera película nacional que se alzara con un Oscar, sino que marcó el inicio de lo que se conoce como Nuevo Cine Argentino, una movida que terminaría propiciando el surgimiento de una camada (constante y numerosa) de directores jóvenes dotados de una visión artística completamente renovadora. Si hasta la década del 70 el cine argentino era tan masivo como mediocre - y las obras de mayor transcendencia estaban restringidas a un círculo de intelectuales empalagados con el snobismo -, el Nuevo Cine Argentino disminuiría la producción pero elevaría notablemente la calidad y, fundamentalmente, comenzaría a desarrollar títulos con los pies bien plantados en la tierra. No deja de ser una generación de cinéfilos, los cuales mamaron hasta la saciedad todas las influencias que pudieron captar gracias a la popularización del VHS (y más tarde, con el advenimiento del DVD e Internet), y quienes de pronto se encontraron con la posibilidad de tener al alcance de su mano cuanto titulo de la cinematografía mundial se le plazca. Hasta ese entonces, si uno quería revisar la obra de Fellini, tenía que chequear el calendario de alguna de las escasas (y selectas) cinematecas que prosperaban en la ciudad.
Si bien no soy muy fanático del cine argentino - creo que les cuesta desprenderse de algunos vicios, como esa tendencia innata a la formalidad en los diálogos, la creencia errónea de que el humor criollo se basa exclusivamente en las puteadas, y el acartonamiento de ciertos intérpretes que no logran sacudirse de encima sus raíces teatrales -, he visto algunas de sus obras recientes y debo reconocer que la diferencia con los títulos antiguos es abismal. Y, de entre todos ellos, el que mas me gusta es Damián Szifrón. Quizás sea un concheto de barrio Norte - a juzgar por sus polémicas declaraciones televisivas - pero el tipo es muy bueno en lo suyo y sabe muy bien lo que hace. Se nota que es un gran fanático del cine de género y le ha encontrado la vuelta para transplantarlo a la usanza criolla sin que pierda su sabor. Desde la comedia de compañeros hasta el género de detectives privados, Szifrón ha sido muy exitoso en lo suyo y nos ha dado Los Simuladores, Hermanos y Detectives, Tiempo de Valientes y, ahora, Relatos Salvajes. En este caso Szifrón parece sintonizar a Quentin Tarantino y Matthew Vaughn (entre otros), cultores maestros de la comedia negra en situaciones tan violentas como incómodas. No hablo del Tarantino plagado de tipos vestidos de negro, camisas blancas y un par de pistolas en cada mano, sino del Tarantino que podía convertir a una masacre en un extenso gag embadurnado de sangre (¿se acuerdan de la secuencia del señor Lobo en Pulp Fiction?). Ese sentido de irreverencia inunda cada una de las historias que componen los Relatos Salvajes - algunos con mayor inspiración que otros, pero todos efectivos a la hora de sorprender al espectador con su gracia -.
Como pasa con las antologías, no todos los relatos tienen el mismo nivel. La historia inicial - Pasternak - comienza como un levante casual de Darío Grandinetti (quien ve a una pasajera que está buena y empieza a tirarle los galgos), hasta que de pronto empieza a descubrir (casi por accidente) que todos los pasajeros del vuelo han conocido al mismo tipo. Oh, sí, los diálogos de Grandinetti arrancan con esa pomposidad característica del cine argentino... hasta que Szifrón lo tira por la borda y rompe la formalidad con un par de puteadas, tras lo cual la empatía con los personajes se dispara notablemente. Sumado a la excelente edición (y el brillante remate), el timing cómico es impecable.
El segundo relato - Las Ratas - es algo menos satisfactorio. Empieza como un ejercicio hitchcockiano - la mesera de un bar nocturno emplazado en medio de la ruta descubre que el tipo que arruinó la vida de su familia es el único cliente del local; y la cocinera (una expeditiva Rita Cortese) decide que debe envenenarlo y cobrarse venganza, situación que se dispara cuando le manda veneno de ratas al aceite con el cual le ha cocinado las papas fritas que le acaban de servir -, en donde la protagonista se debate entre su moral y su deseo de revancha... hasta que aparecen mas participantes al juego y pronto las cosas se salen de madre. ¿Debe interceder y salvarle la vida a toda esta gente, o debe dejar que mueran, ya que todos están vinculados con este tipo despreciable?. La macana es que el final es algo abrupto y deja demasiadas cuestiones en el aire, en especial sobre el destino de las conspiradoras.
El tercer relato - El Mas Fuerte - es uno de los mejores de la antología. Un duelo en la ruta entre un adinerado y un laburante de caracter algo violento. Ver para creer, hay momentos en que el capitulo parece una versión negra de un sketch de los Looney Tunes (como cuando Walter Donado quiere apagar un fuego que acaba de encender con su soplido y, tal como Willie E. Coyote. sólo consigue avivarlo). Imposible anticipar algo sin arruinar su magia. Recomendadísimo.
El cuarto relato - Bombita - es previsible y le falta efectividad. Ricardo Darín está a cargo y, aunque Darín es un intérprete consumado, me parece que no era el tipo adecuado para el rol. Es basicamente el racconto de un tipo de clase media atrapado en la burocracia gubernamental, el cual estalla al estilo de Un Dia de Furia; pero los diálogos son demasiado formales, y Darín no logra acertar con la chispa de descontrol que requería el personaje.
El quinto relato - La Propuesta - creo que es el mejor de la antología por lejos. Es sumamente elaborado, comenzando con un tono profundamente dramático - el hijo de un adinerado mata a una embarazada con el auto de la familia, y el padre empieza a arreglar todo con dinero para que la culpa la asuma el jardinero -, y donde todo después se va al carajo, cuando cada uno de los participantes del juego se vuelve extremadamente ambicioso y comienza a intentar comerle el bolsillo al potentado. Es tan delicioso como amargo.
El sexto relato - Hasta que la Muerte nos Separe - es el mas largo y bizarro. La novia se entera que su flamante marido (¡están en plena fiesta de casamiento!) le ha metido los cuernos, y de pronto da un vuelco sicótico, transformando la celebración en un auténtico infierno. Hay momentos en que Erica Rivas sintoniza demasiado a su personaje de Elenita en la versión argenta de Casado con Hijos (y lo que le quita efectividad a su arranque de furia), pero la potencia del script camufla semejantes detalles, deviniendo en una historia negrísima y bien retorcida. Ese si que es un casamiento inolvidable.
Imposible perderse Relatos Salvajes. Es diferente, retorcida, genial, graciosísima. No sé si era la mejor candidata al Oscar - generalmente uno busca temas mas profundos y dramáticos para ofrecer a la Academia -, pero sin lugar a dudas es un ejemplar que deja una impresión profunda y duradera a cada espectador que ha tenido la gracia de verla. En todo caso es un triunfo memorable de gracia y estilo, en donde Damian Szifrón eleva el nivel de la comedia hasta niveles artísticos, y convierte a una serie de dramas humanos en una rutina de gags negrísimos, tan impagables como inolvidables.