Plano por plano, seguramente no haya cineasta comparable a Damián Szifron trabajando en el cine de carácter comercial en la Argentina. La maestría que tiene para narrar escenas de tensión y suspenso le han valido comparaciones de todo tipo: ¿es nuestro Spielberg? ¿nuestro Hitchcock? En RELATOS SALVAJES esa maestría está en primer plano, ya que Szifron no sólo logra crear una enorme tensión en su película sino que lo logra, por lo menos, contando seis historias distintas. Es que el tercer filme del realizador de TIEMPO DE VALIENTES es una colección de seis “relatos” diferentes que no están conectados entre sí en lo que respecta a la trama, pero sí en cuanto a su temática. Se trata de cuentos de tensión creciente y de explosiones de furia, todos centrados en la idea de la violencia incontenida (e incontenible) de sus personajes a partir de disparadores de esos que se pueden vivir cotidianamente en este país. Un DIA DE FURIA para la Argentina del siglo XXI, RELATOS… apuesta por poner los nervios de punta al espectador, estimular sus pulsaciones al límite de lo imposible y no darle un respiro ni una satisfacción final. Al contrario, enfrentarlo a las crudas circunstancias a las que podrían llevarlo explosiones de violencia de este tipo si uno no aprende, digamos, a manejarlas.
relatos salvajes2Lo cual no es fácil. En las ficciones de RELATOS SALVAJES, muchos de los personajes que vemos –y que ven los protagonistas– suelen ser tan crueles que muchas veces uno siente que debe hacer algo para detenerlos. Injusticias, mentiras, cotidianas trampas mortales: son personas que nos ponen frente al espejo de nuestras limitaciones y nos desafían a ir más allá de ellas. Y los protagonistas de estas historias optan, en un momento, por hacerles frente y ver qué pasa: “si el mundo me tira mierda –parecen decir–, les voy a devolver lo mismo”. Aténganse a las consecuencias.
Trataré de no spoilear las tramas, pero tomando en cuenta que cada relato es, de algún modo, un cortometraje, los que no quieran saber mucho de las historias deberían no leer mucho más. Aclarado el punto y el sistema que moviliza las acciones de la película, lo que Szifron logra a partir de ellas es usar los miedos del público a su favor. ¿Qué sería uno capaz de hacer si una situación tensa aparece? ¿Escaparse y dejar que continúe, humillándose en el camino? ¿O enfrentarla? La película pone en primer plano un catálogo de potenciales desgracias cotidianas que todos conocemos –la grúa que nos lleva el auto, el reencuentro con un enemigo que hace mucho no vemos y no nos recuerda, un loco que nos hace imposible manejar en la ruta, una infidelidad de la que uno se entera en el momento menos indicado y así– y nos pone frente a una suerte de paredón: “¿Qué vas a hacer con todo esto?”
Tensa, por momentos cómica (el humor, negrísimo, recuerda al de Alex de la Iglesia, con cuyo estilo zarpado y cruento la película también coquetea), RELATOS SALVAJES apreta todo el tiempo el acelerador desde el guión –cada situación potencialmente violenta duplica su juego en medio de cada relato, apuesta sistémica que al principio toma por sorpresa–, pero también lo hace desde la forma, apostando por un ritmo furioso a mitad de camino entre el género y el realismo intenso, y no soltando jamás ni ese acelerador ni el control sobre las emociones del público. La película, en cierto modo, es una pesadilla de la que cuesta despertarse: es el mundo tal como no queremos que sea y en el que estamos rodeados de gente que preferiríamos no tener que ver. Esa ecuación peligrosa no da respiro: ni los protagonistas ni el espectador escapan a esa oscura visión del mundo como un infierno del que no parece haber salida. La película nos pone frente a lo peor de nosotros mismos en la forma de breves e intensas aventuras.
Relatos_1El primer corto, que funciona como aperitivo del universo al que vamos a ingresar, toma a una serie de personas que viajan en un avión (Darío Grandinetti, María Marull y Mónica Villa son los protagonistas), situación que lleva a un desenlace impactante que da la primera pista de lo que se viene: será muy negro, será muy cruento, será espectacular. El plano sobre el que se imprimen los títulos del filme sin dudas pasará a la historia como uno de los mejores y más impresionantes del cine argentino de todos los tiempos.
La primera historia se centra en una moza de lo que parece ser un bar de ruta (Julieta Zylberberg) que recibe a un desagradable comensal que la agrede y humilla de entrada (César Bordón). La chica se da cuenta que se trata de un hombre que fue responsable de grandes dificultades familiares que que la afectaron de por vida y es la cocinera (Rita Cortese) la que le propone tomar cartas en el asunto. Allí aparece el formato tal como será repetido de ahí en más: una noticia o aparición desagradable que, al intentar resolverla, se vuelve doblemente desagradable y mucho más complicada de lo que era inicialmente, y en la cual todos los personajes sacan a la luz su costado más siniestro.
La segunda es para mí la más lograda de todas no solo por su impecable pericia técnica, su rigor audiovisual y sus espléndidas actuaciones, sino porque –al estar más acotada a lo que parece ser una trama de género– resulta más fácilmente asimilable. Leonardo Sbaraglia es un hombre viajando en un auto caro por una bellísima ruta salteña, escuchando música, cuando nota que el auto destartalado que va delante suyo muy lentamente no le permite rebasarlo. Cuando finalmente lo pasa y agrede verbalmente a su conductor, vemos que el hombre que lo maneja (una especie de “white trash” violento a la manera de tantos personajes del cine negro americano) lo mira de la peor manera y lo amenaza. El asunto, obviamente, no terminará allí y el reencuentro de estos dos personajes será tan inevitable como violento, algo que Szifron transmite de una manera más que vívida en un corto que remite al cine de Quentin Tarantino: la ruta desértica como escenario de una pesadilla de la que no se puede zafar.
relatos-salvajes-2A esa altura ya entendemos que la mecánica de la película será esa: el encuentro violento, el choque entre fuerzas que se oponen y, sobre todo, los personajes que sacan a la luz su peor cara ante circunstancias límites. La cuarta historia la protagoniza Ricardo Darín en el rol de un hombre que va a comprar una torta para el cumpleaños de su hija cuando la grúa se lleva su auto estacionado. El corto seguirá el derrotero de este sujeto que se va poniendo cada vez más y más tenso a partir de la impotencia que le genera la situación y las complicaciones posteriores de cada decisión impulsiva que toma ante lo que considera una injusticia.
De todos los cortos es el que más se acerca a esa idea de UN DIA DE FURIA, aquella película con Michael Douglas enloqueciendo en medio de un embotellamiento. Es el relato más abierto y social: incluye la ciudad, el caos cotidiano, familiares, colegas y amigos en una trama que apunta a capturar el fastidio de vivir en una Buenos Aires implacable e impredecible. Es, también, la primera que pone claramente al frente el costado ofuscado de la película, el de un director claramente molesto y fastidiado por el mundo que le toca vivir.
La siguiente historia seguirá por el mismo camino pero se manejará formalmente de un modo, si se quiere, más de cámara. El hijo adolescente de un millonario empresario embiste con su auto, borracho, a una mujer embarazada y sus padres (Oscar Martínez y María Onetto), con la ayuda de un abogado (Osmar Núñez), intentan cubrir el asunto de una manera un tanto insólita. Claro que la situación se complicará y se volverá a complicar cuando los involucrados se vean metidos en caminos sin salida. Aquí los enemigos y hasta la trama van girando de maneras insospechadas, pero la lógica es la misma: cuando imaginás que nada iba a poder ser peor de lo que es, la realidad te demuestra que estás equivocado.
szifron 2Szifron tiene la sabiduría formal de elegir estilos distintos para cada corto, siempre apostando al impacto sensorial y a la ambigüedad moral –entendemos por qué los personajes hacen lo que hacen hasta un punto en que ya nos arrepentimos de haberlos entendido o estimulado–, lo cual nos lleva a ver la película nerviosos o riéndonos de manera incómoda. Sobre todo, nos provoca a plantearnos nuestras propias actitudes ante circunstancias similares. La apuesta funciona extraordinariamente bien: será una película que provocará debates, cuestionamientos, discusiones de sobremesa y hasta seguramente mesas redondas en algún programa de televisión donde se invite al director y/o a actores a hablar de los temas que propone el filme, entendido como reflejo de un evidente malhumor social.
La última secuencia es otro gran tour de force impactante de Szifron y compañía. Se centra en un casamiento judío fastuoso en un salón de un hotel que se complica cuando la novia (Erica Rivas) se entera de una infidelidad de su marido. Lo que pasa luego es lo más parecido a una boda del infierno, con una energía increíble y una negrura que avanza hasta lugares tremendos aún dentro de los parámetros fuertes de la película. En algún punto, es lo más parecido que se propone a un final feliz, ya verán porqué…
RELATOS SALVAJES es el tipo de película que genera amores y odios, fanáticos y detractores. Es cine de género, sí, pero también es cine de frustración ante cierta decadencia moral (Robert Altman y CIUDAD DE ANGELES es otro claro referente aquí), de shock al espectador (en una línea del Michael Haneke de FUNNY GAMES) y de ingenio narrativo propio de thrillers hitchcockianos. Es, curiosamente, una película en episodios sin conexión alguna entre ellos, lo que hace pensar por momentos si la idea no es también aplicable a una serie de televisión de mismo título y capítulos de media hora a la manera de TIEMPO FINAL, pero siempre con el eje temático puesto en situaciones de violencia cotidiana.
szifron 3Es interesante, también, pensarla en relación a otros “relatos” del cine argentino como HISTORIAS MINIMAS o HISTORIAS EXTRAORDINARIAS, dos películas que parecían jugar entre el minimalismo y el maximalismo –una se montaba, de manera ligeramente irónica, sobre la otra– a la hora de abordar diversos relatos con pocos o ningún cruce entre sí. Estas “historias salvajes”, en cambio, parecen pivotear sobre ambos ejes: son historias ordinarias, mínimas, que se vuelven extraordinarias por los comportamientos de sus protagonistas. La lectura, sin embargo, no es humanista como la del filme de Carlos Sorín ni lúdica y disparatada como la de Mariano Llinás, sino perturbadora y angustiante.
Si los filmes anteriores de Szifron se caracterizaban por un respeto férreo a los códigos de género (aquí la conexión es más directa con la más oscura EL FONDO DEL MAR que con TIEMPO DE VALIENTES) y a poner cualquier tipo de posición ético/ideológica en segundo plano, al servicio de la narración, de la aventura y hasta del heroísmo, acá la lógica parece invertida: es el sistema narrativo el que parece estar al servicio de una serie de ideas que toman ese mismo y celebrado heroísmo y lo ponen patas para arriba. Como una versión de LOS SIMULADORES en la que los protagonistas en lugar de arreglar las injusticias las volvieran todavía más injustas o que en lugar de atenuar la crueldad de los denunciados les subieran la apuesta, RELATOS SALVAJES presenta a un cineasta enojado con todo o casi todo. Menos con su talento para contar historias cinematográficamente, que sigue brillando como una luz rutilante en medio de tanta oscuridad.