Todo lo que ha pasado con Damián Szifrón en los últimos días y todo lo que pasó con esta película desde su participación en Cannes en mayo carece, en esta página, de importancia. Lo que importa es el cine y “Relatos…” es cine de un modo no demasiado frecuente en la Argentina. Aunque no carece de los elementos típicos de nuestro cine (algo de costumbrismo, algo de fatalismo, algunas simplificaciones ideológicas), Szifrón es de los pocos cineastas de nuestro país que ejerce el ojo y el oído para sumergir al espectador en un cuento siempre fantástico, incluso si lo sobrenatural no aparece. El clima de “Relatos…” es el de pesadilla cómica: sí, el film es una serie de comedias donde a veces aparece el humor negro, y que permite, si se quiere pensar un poco, comprender el vínculo entre esa clase de humor y el grotesco. No todos los “relatos” son igualmente buenos, pero hay tres que son extraordinarios en cuanto a ejecución técnica, manejo del ritmo e incluso pintura de caracteres: el que antecede a los títulos (su plano final es antológico), el de los dos hombres solos en una ruta, y la mejor fiesta de casamiento jamás filmada en la Argentina. La gran virtud –y la gran limitación, paradójicamente– de Szifrón es que piensa el mundo en términos cinematográficos y de films queridos (ahí están Spielberg, y Cameron, y Hitchcock, y Scorsese), pero eso pesa menos que el gesto porteño en sordina, la gracia irónica y la frase justa. Los actores están todos perfectos.